Este es el relato sobre la salida de la ciudad y la visita a las ruinas de Písac en el Valle Sagrado de los Incas de Cuzco. Tuve la suerte de hacer el recorrido en moto con el auspicio de mis amigos Nico y José, con quienes también fuimos a Urubamba, Ollantaytambo, Moray, Aguas Calientes y a la Ciudad Sagrada (ya sin las motos) por el camino alternativo, pasando por Santa María, Santa Teresa y la Hidroeléctrica, entre otros tantos lugares. No faltó nada, fueron unos días soñados. Los dejo con el relato de la primera parte de la aventura.

En Cuzco como en casa

Una vez más gracias a la maravillosa red que no me cansaré de mencionar, me refiero nuevamente a CouchSurfing, en Cuzco me pude sentir como en casa. Allí, David me recibió con los brazos abiertos e hizo todo lo que estaba a su alcance para que pueda estar cómodo, además de acompañarme a recorrer su ciudad y asesorarme en los recorridos que haría sin él. Por si todo esto fuera poco, se ofreció a recibir a mis amigos también, con quienes el destino quiso que compartamos inesperadamente una visita a uno de los lugares más hermosos en los que he estado en mi vida. Nicolás y José habían salido con sus motos a principios de Marzo desde la pequeña ciudad (muchos dirán pueblo) de Capitán Sarmiento a unos 150 kms. de Buenos Aires con el objetivo principal de llegar a Machu Picchu. Por mi parte, había salido el 2 de Enero de 2014 y fui subiendo bien despacio, entrando en Perú el 5 de Marzo. Con ellos veníamos intercambiando algunos mensajes y cuando vimos que las posibilidades de encontrarnos eran muy altas, empezamos a soñar con compartir esta aventura.

Cada vez que veo las fotos no puedo evitar emocionarme. Es increíble que con tanto camino recorrido hayamos podido encontrarnos en Cuzco y que todo haya sido perfecto, ha sido una de esas experiencias en la vida en que uno siente que no le podría cambiar una coma. Allí estábamos los tres listos para partir el Viernes 14 de Marzo. Nico y José habían llegado la tarde anterior y luego de abrazarnos con mucha fuerza incrédulos de lo que estábamos viviendo y muy contentos, comimos, tomamos cerveza, conversamos mucho y empezamos a darle forma a nuestro viaje dentro del viaje.

Recorriendo el Valle Sagrado en moto

¡Que lindo es viajar sin planes! Si antes de comenzar el viaje alguien me hubiera dicho que recorrería el Valle Sagrado en moto no le hubiera creído y gracias a poder pilotear los días y mantenernos en contacto pude juntarme con ellos en Cuzco. Venían con la idea de ir directo hasta el Machu Picchu y luego emprender la vuelta pero los convencí de que había varios lugares en el Valle Sagrado que también eran más que dignos de ser visitados, por lo que decidimos tomarnos cuatro días para el recorrido.

Hacia Písac

Salimos entonces el Viernes por la mañana, ocupando yo parte de la moto de Nico, para lo cual los chicos acomodaron todas sus cosas en las alforjas de la moto de José, ya que ellas y yo no podríamos viajar juntos. Fuimos a cargar combustible y les recomendé que compraran el boleto de entrada a la Ciudad Sagrada, ya que los cupos diarios son acotados y se acaban muy rápido. Afortunadamente era temporada baja, así que pudieron conseguir su ticket para el día Domingo que yo había adquirido un par de días antes. Nico y José ascenderían al cerro Machu Picchu para ver la ciudadela desde allí, yo lo haría desde el Wayna Picchu, el cerro que queda justo enfrente y proporciona una vista complementaria de las ruinas desde las alturas, a casi 3000 msnm. En la estación de servicio, nos encontramos con otros dos motoqueros de la provincia de Entre Ríos y luego de un grato intercambio, la afinidad hizo que pasáramos a ser cinco en vez de tres, Axel y Alan se sumaron al equipo.

Axel y Alan se suman al equipo

Luego de aprovisionarnos en el Mercado Municipal de Cuzco que lleva el nombre de San Pedro, enfilamos los cinco hacia Písac, el primer destino de los que queríamos visitar en el Valle Sagrado de los Incas de Cuzco. No podía sin embargo dejar de compartir este cómico cartel con ustedes:

En el camino, nos vino acompañando una leve llovizna que era más lo que molestaba que lo que mojaba, aunque nos obligó a ponernos nuestras capas de lluvia y a cubrir nuestro equipaje.

Llegando a Písac

Sin contratiempo alguno llegamos en menos de una hora a la ciudad de Písac, una de las más visitadas de la zona y nos perdimos allí un buen par de horas en el Mercado de Artesanos que es uno de los más populares de Sudamérica. Allí, en mayor o menor cantidad, ninguno de los cinco pudo resistirte a hacer compras, ya que la variedad, calidad y precios nos sorprendieron gratamente.

La vista y cercanía con el paisaje que viajar en moto me permitió fue única, para que puedan llevarse una impresión de lo que sentí, les dejo este video:

Luego de nuestra visita al colorido y surtido mercado, la lluvia aún nos acompañaba y nos sentamos los cinco a hacernos – y comernos – unos sandwiches disfrutando de una fresca brisa en un lugar privilegiado, en las afueras del pueblo pero a pocas cuadras de la plaza central.

Conociendo las ruinas de Písac

Con la idea de visitar las ruinas de la ciudad, luego del descanso y el refrigerio decidimos seguir camino. Gracias las motos llegamos en minutos a las ruinas, haciendo algunas paradas para disfrutar el paisaje y retratarlo (y retratarnos con éste).

Acá les dejo también una foto del paisaje sin «estorbos»:

Me escasean los adjetivos para describir ese lugar, quédense con esa foto como descripción y me llamo al silencio en este párrafo.

Ya en las ruinas no pudimos más que ser respetuosos admiradores de la belleza del lugar y de la arquitectura incaica que a cientos de años de su construcción se mantenía en pie para que podamos disfrutarlo. Todo estaba muy bien conservado y se apreciaban en algunas de las ruinas esas terminaciones de la última época de los incas que tal vez alguien les mencionó (como lo hicieron conmigo) que cuyo acabado era tan bueno que no entraba un pelo en la división entre las piedras. También vimos allí esas terrazas de cultivo tan características que los incas expandieron a lo largo de su imperio y que fueron tan efectivas que en muchas partes de Sudamérica aún hoy siguen siendo utilizadas casi sin modificaciones.

Estar allí era respirar historia: estábamos en medio de lo que fue alguna vez una ciudad perteneciente a una de las civilizaciones más importantes del continente, a nuestros pies se encontraban los restos de un templo, una fuente, almacenes y viviendas del imperio inca, sólo por mencionar algunas.

Caminamos mucho, subimos y bajamos cientos de escalones a lo largo de todas las ruinas y a la vuelta nos desorientamos para llegar hasta las motos. Preguntamos dos veces y en ambas nos indicaron mal, por lo que salimos a la ruta nuevamente, mucho antes de la entrada al lugar y del estacionamiento donde los chicos habían dejado los cascos y todo su equipaje. Una persona que nos cruzamos nos advirtió de que hubo robos en algunas oportunidades por descuidos de los visitantes y que el guardia había terminado su turno hace unos quince minutos, indicándonos un atajo para que subiéramos – o mejor dicho trepáramos – lo más rápido posible hacia el estacionamiento. Para darle más suspenso a la situación, José no encontraba las llaves de su moto. Por mi parte, no estaba tan liviano porque había decidido conservar conmigo (como siempre) mi mochila de 30 lts que en este caso era la única que había llevado para la aventura de cuatro días. Tenía la tranquilidad por tener mis pertenencias a salvo y la fe de que las de mis compañeros de viaje también lo estarían, pero necesitábamos llegar hasta éstas para estar tranquilos nuevamente. Luego de apurarnos y transpirar bastante, llegamos al estacionamiento y la gente del lugar se había quedado cuidando nuestras cosas por lo que la visita a Písac tuvo un final feliz, «apareciendo» las llaves de José en su campera minutos más tarde. Desde allí seguimos camino hacia Urubamba.


Esta fue la primera entrega de las correspondientes a mi visita al Valle Sagrado de los Incas de Cuzco y la Ciudad Sagrada de Machu Picchu. El camino siguió por Moray y Ollantaytambo y te lo cuento aquí.

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