Llegamos a dedo a conocer a los menonitas de Estancia Remecó en Guatraché, La Pampa, Argentina; tuvimos la suerte de poder conversar mucho con la gente de la colonia y de acampar en el patio de la casa de uno de ellos. Este es el relato de nuestra visita.

Hacia la colonia menonita de La Pampa

Si venís siguiendo la aventura, sabrás que desde Buenos Aires, tomamos el tren a Cañuelas y desde allí llegamos a dedo a Carhué, para luego ir a conocer las ruinas de Epecuén. Era nuestra intención seguir recorriendo a dedo (y así lo hicimos), aunque llegar hasta la colonia menonita en Guatraché, a 30 kms. del pueblo más cercano, era un gran desafío. Sin embargo, no dejamos que eso nos acobarde y decidimos intentarlo de todas formas.

Si llegaste hasta acá, ya pasaste por la introducción y sabrás que lo logramos, pero lo que esperás es que te cuente cómo fue, ¿no? Bueno, allá vamos…

A Guatraché a dedo

Comenzamos el día en Carhué en la casa de Christian, nuestro anfitrión de CouchSurfing. No nos apuramos demasiado en retomar viaje, porque estábamos muy cómodos y nada ni nadie nos corría, así que luego de prepararnos, desayunamos y fuimos a buscarlo a su local para despedirnos, dejarle las llaves de la casa y seguir camino.

Poco antes de las 11 nos posicionamos con mi compañera de viaje en las afueras de la ciudad – con muchas características de pueblo – , más precisamente a pocos metros del Molino Carhué:

En poco menos de media hora, nos levantaron Delia y su hijo Mariano que iban para Maza y nos dejaron en Macachín, luego de una charla amena de la que no tengo mucho para contarles. Ese tramo nos llevó aproximadamente media hora, lo mismo que esperamos previamente a que alguien pare por nosotros.

El pueblo es atravesado por la Ruta 1 y al recorrerlo para llegar a un buen lugar para hacer dedo dirección a la colonia, nos enteramos de que ha recibido muchos inmigrantes del país vasco.

«Problemas» con la policía

Como la nota de color de nuestra tranquila visita a Macachín, te cuento que es tan poco concurrido y poco «turístico» que la presencia de dos mochileros llamó la atención de la policía local, quien interrumpió nuestro camino para tomar nuestros datos, preguntarnos procedencia y destino y luego dejarnos continuar sin mayores obstáculos; además, recibimos un trato más que amable y se nos deseó buena suerte en nuestro camino.

Nos comentaron que los vecinos de este pueblo de alrededor de 7.000 habitantes, cuando divisan visitantes – como lo éramos nosotros con nuestra inconfundible apariencia de foráneos – avisan a las fuerzas de seguridad para que verifiquen su identidad, como una medida de prevención principalmente.

Seguimos a dedo, cada vez con menos tránsito

Superado el episodio policial y ya pasadas las 13, no llegamos a acomodarnos en nuestro nuevo punto «dedístico» cuando se detuvo Pablo con su camioneta luego de una espera de pocos segundos y nos dejó un rato después en la entrada de Alpachiri. El siguiente tramo viene de la mano de Carlos quien nos deja en el cruce de las rutas 3 y 20. Ahí nos recomiendan tomar la ruta 3, para visitar la colonia menonita de La Pampa.

El panorama no era muy esperanzador: con cada tramo que avanzábamos en dirección a la colonia, el tránsito iba disminuyendo gradualmente, pues cada vez nos alejábamos más de la «civilización». Esto tiene, como casi todo en la vida, una parte positiva y otra negativa: empezando por las malas noticias, las probabilidades de que alguien pudiera pasar por donde estábamos eran menores, reduciendo a su vez las posibilidades de que de aquellos que pasen, eventualmente alguno decida parar. La buena noticia era que el casi nulo tránsito de la ruta permitía tomar fotos como esta, que quedan para el recuerdo:

El tiempo pasaba y empezaba a sentirse lejano el cumplimiento del desafío de llegar a dedo a un lugar tan apartado  – debo confesar que la más optimista fue Mariel en esta oportunidad – y, ante la dificultad de la situación, acordamos una hora límite antes de empezar a apuntar nuestros dedos a Santa Rosa, nuestro siguiente destino y en dirección contraria a la colonia menonita de La Pampa.

Finalmente, camino a la colonia

Para nuestra sorpresa, sin haber llegado a la hora de espera, se detienen «el chileno» y su esposa Betty, quienes nos ofrecen el aventón que tanto anhelábamos, con la ventaja de que, como trabajan para la colonia hace muchos años, son «amigos de la casa» y nos conectan con una familia menonita que nos permite acampar en su casa. Como para que te des una idea de lo afortunados que fuimos, en las miles de hectáreas que abarca la colonia, no hay ningún tipo de alojamiento, por lo que salvo por rarísimas excepciones, quienes van a conocer a los menonitas deben volverse en el día.

Breve introducción a los menonitas

Mientras «el chileno» y Betty nos llevaban a lo de su «patrón» (sic), nos iban desasnando de nuestra ignorancia acerca de los menonitas de La Pampa, donde viven unos 3.000 de ellos repartidos en un predio de 10.000 hectáreas en Estancia Remecó, en la jurisdicción rural de Guatraché. Cada familia tiene lotes de distintas proporciones según su capacidad adquisitiva y provienen en su gran mayoría (sino todos) de otras colonias en México y Bolivia; existen numerosas de éstas a lo largo y ancho de América Latina.

Unas pocas familias de la colonia son acaudaladas, dedicándose varios de ellos a la confección de silos, a la producción de distintas piezas de maquinaria y de otros productos de zinguería. Simultáneamente, en su mayoría se dedican a la venta de lácteos, principalmente leche y quesos de su producción, esto último es uno de los principales ingresos de las familias menos adineradas. Gran parte de esos lácteos se venden para consumo interno y son llevados de casa en casa a través de unos vehículos de los que hablaré en breve.

Para los argentinos especialmente, es inevitable remitirse al lechero del que tanto nos han contado nuestros padres y abuelos, que iba casa por casa repartiendo la leche recién ordeñada.

Sus creencias

El término «menonita» deriva de un sacerdote católico que se llamaba Menno Simons, a quien las congregaciones que denominamos de esta manera siguen y además adhieren al movimiento que de él surgió. Estos grupos comparten gran parte de sus creencias con el cristianismo, como es el caso de la Santísima Trinidad, aunque son anabaptistas, ya que no creen en el bautismo infantil, considerándolo un acto de fe, que no puede manifestar un bebé.

Conforman un movimiento pacifista y por esta postura de no-violencia es que los menonitas sufrieron numerosas persecuciones, oponiéndose a participar en guerras, siendo habitantes de países en conflicto y debiendo reubicarse en distintos lugares del mundo, especialmente en épocas bélicas.

No admiten el uso de métodos anticonceptivos, ya sean estos naturales o inventados por el hombre, por lo que las familias que no están tan bien económicamente tienen un mayor desafío para alcanzar la subsistencia. Sin embargo, no hemos visto mayores carencias, sólo podía notarse en el estado de conservación de su vestimenta – similares en todos los casos – quiénes eran los que «cortan el bacalao» en la colonia.

Su dialecto

Mi desconocimiento me llevó a pensar que iba a poder comunicarme con ellos con mi dominio del alemán, pero al llegar – en el camino en realidad – nos enteramos de que los menonitas pampeanos descienden de algunos rincones de Holanda y Alemania y hablan un dialecto que es un poco una mezcla entre holandés y alemán, por lo que es prácticamente inentendible. Sí pude comprender algunos carteles y avisos que vi en la colonia que estaban en alemán, así como también pude entender las etiquetas de distintos productos importados de dicho país que se encontraban en uno de los mercados de la colonia.

De cualquier manera, grande fue nuestra sorpresa cuando pudimos comunicarnos en español con ellos, pues al tratar con frecuencia con distintas personas de la zona, especialmente por motivos comerciales, terminaron aprendiendo por necesidad el idioma de la tierra que los ha recibido.

El aislamiento

Los menonitas no se permiten «mezclarse» con las personas que no comparten sus creencias y este factor los llevó a aislarse del resto de la sociedad. Así es que se encuentran a unos 30 kms. del pueblo más cercano y a 225 kms. de Santa Rosa, la capital de la provincia de La Pampa.

Por lo que nos comentaban, uno de los principales inconvenientes de no poder establecer contacto con personas de fuera de la colonia es que a lo largo de los años, se terminan estableciendo vínculos en donde se comparte mucho genéticamente, acarreando esto problemas tales como malformaciones en distintos nacimientos en la colonia, estando bastante a salvo de otros motivos por los que estas patologías podrían producirse en tal escala como en el caso de distintas formas de contaminación.

Lo anterior los habría llevado a realizar intercambios de familias con las colonias menonitas instaladas en Santiago del Estero, no muy lejos de Estancia Remecó.

Sus viviendas

No tienen libertad para elegir cómo construir sus hogares, sino que deben respetar ciertos lineamientos en cuanto a sus características de tamaño, divisiones internas, apariencia y hasta colores, lo que les da a todas las viviendas menonitas un aspecto bastante similar:

Transporte

Sus creencias no les permiten manejar vehículos cuyo desplazamiento sea más rápido que el de un caballo. Sin embargo, pueden usar todo tipo de vehículos siempre que no sean ellos los encargados de manejarlos, como es el caso de los aviones que muchos utilizaron para venir a Argentina desde México, los colectivos que usaron para venir desde Bolivia o que utilizan para visitar a su familia allí o los remisses con los que se trasladan hacia y desde los pueblos y ciudades donde hacen algunos trámites, visitan al médico o hacen algunas compras más específicas, por citar algunos ejemplos.

Para el desplazamiento interno utilizan unos carros tirados por caballos que son denominados «boogies» y que les permiten transportarse dentro de la colonia, para su aprovisionamiento, visitas a familiares y amigos y para ir a misa – a la que se asiste religiosamente todos los domingos -, entre otras cosas. Otro uso de estos vehículos son las visitas de los novios de los días jueves (único momento avalado para ésto), las cuales deben realizar en presencia de sus familias.

Y al trabajar los campos, los tractores menonitas tampoco se salvan de las restricciones ya que al comprarlos, deben reemplazar sus neumáticos por ruedas de hierro antes de poder utilizarlos para sus tierras, por el mismo motivo mencionado anteriormente.

Alimentación, bebidas, alcohol y ocio

No observamos ni nos comentaron de hábitos o restricciones alimenticias importantes: así los hemos visto comer muy variado, tomar alguna copita de alcohol (aunque no sabemos si esto último está permitido) y fumar sin necesidad de ocultarlo de nadie. Inclusive, nos consta que muchos de ellos se han hecho amigos del tan clásico asado argentino, estando en las pampas, una de las regiones características de pastoreo del ganado vacuno en Argentina, la principal más precisamente.

Por otra parte, nos llegaron comentarios – tómenlo como tales, si bien confiamos en nuestras fuentes – de que muchos de ellos asisten a bares, discotecas y hasta cabarets efectuando cambios de vestimenta para estos fines, lo cual tampoco les está permitido.

Comunicación

Tienen restringida la comunicación con el «mundo exterior» a través de teléfonos móviles o fijos así como tampoco pueden acceder a la radio, internet – esto excluye claramente la opción del correo electrónico – o televisión; además, sólo pueden acceder a un único periódico, que es el que sus pastores y ministros admiten como apropiado para su lectura. Sin embargo, nos comentaban sus proveedores (externos no menonitas que trabajan para la colonia) que han visto a varios de ellos utilizando celulares fuera de la colonia, a escondidas de quienes velan por el cumplimiento de esas prohibiciones.

Viajar es conocer y desmitificar

Habiendo tratado de darles un pantallazo acerca del estilo de vida y de otros aspectos relacionados a los menonitas de La Pampa a través de nuestra experiencia en la colonia, sepan que gran parte de lo aprendido puede extrapolarse a muchas otras colonias alrededor del mundo, en especial a las del resto de Latinoamérica y tienen además varias similitudes con los Amish de los Estados Unidos.

En nuestro intercambio con los habitantes de la colonia, nos dimos cuenta que, si bien son muy reservados, son más abiertos de lo que creíamos: la familia que nos recibió en su casa fue muy amable con nosotros y dieron varias muestras de preocuparse por nuestro bienestar, ayudándonos a elegir dónde nuestra carpa estaría mejor resguardada de una eventual helada y del viento, por mencionar un ejemplo concreto. Pudimos conversar mucho y aprender así sobre su cultura a través de lo compartido por ellos y por los proveedores que trabajan en Remecó.

Todos los menonitas con los que tratamos nos resultaron muy amables, por demás educados, sonrientes y atentos; el entrar allí como «amigos de la casa», creo que nos permitió también ver su faceta más comunicativa. Poder quedarnos en la casa de uno de ellos – técnicamente en su patio, pero en su terreno digamos – fue muy agradable, aunque nos hubiera gustado poder generar la situación para compartir con ellos un poco más.

Durante el tiempo que estuvimos acampando, no se acercaron a nuestra «casita», aunque es probable que no lo hayan hecho para no molestarnos. También es posible que hayan evitado hacerlo porque son bastante reservados y pretender compartir la cena con ellos tal vez hubiera requerido más de nosotros.

De cualquier manera, ha sido una experiencia memorable, riquísima culturalmente hablando. Siento que es un desafío tener la mente abierta para no juzgarlos por el estilo de vida que llevan, aislándose de esa manera, privados de tantas cosas; pero sobre todo, de compartir con otras personas, de viajar, de descubrir nuevos lugares, de aprender y de conocer otras realidades, distintas a la suya.

Es mi deber destacar que, con todas las privaciones y limitaciones de las que les cuento, llevan una vida muy pacífica y sin mayores complicaciones ni estrés, viven en una zona más que apacible, que tiene un encanto particular, para quienes saben apreciarlo.


Aclaración: Para respetar la privacidad de las familias con las que hemos compartido en la colonia, en especial la de la familia que nos recibió en su hogar sin pedirnos nada a cambio, no tomamos fotografías ni de ellos ni de sus viviendas (más allá de la que vieron a lo lejos en el post) y tampoco compartiré en este medio nombres y apellidos de quienes conversaron con nosotros. 

Espero que te haya gustado esta entrada y que te sumes al debate, contando si conociste alguna comunidad (religiosa o no) que compartiera algunas de las restricciones de los menonitas. 

Finalmente, si vas a andar por la zona, te recomiendo que no dejes de conocer las Ruinas de Villa Epecuén, que no están muy lejos y son imperdibles.