En este post les acerco mis reflexiones de mi primer viaje a Bolivia, un acercamiento al país y su cultura, analizando y derribando algunos mitos.

Situación actual

Son las 3.45 AM, acabamos de llegar a Oruro desde Uyuni y nos quedaremos a dormir hasta las 7 en el colectivo que nos trajo (bueno, parece ser que parte de ese tiempo en realidad lo emplearé escribiendo), momento en que el vehículo seguirá su rumbo y nosotros también, ahorrando claramente una noche de alojamiento. Nuestro destino de hoy es Cochabamba (para llegar desde Uyuni, Oruro era la escala que más nos cerraba), donde nos espera nuestro primer anfitrión de CouchSurfing de Bolivia. En un viaje largo como este, esta posibilidad nos permite sentirnos como en casa por varios días, ya que la hospitalidad que nos garantiza esta red es impagable: En cada caso (salvo en rarísimas excepciones) se nos brinda todo lo que está al alcance para que podamos sentirnos cómodos en nuestra estadía y muchas veces se nos da una mano para lo que sigue: Una vianda para el camino, consejos y/o contactos de los próximos lugares a visitar, solo por mencionar las que vienen a mi mente en este momento. Desde ya que esta prácticamente garantizado que el anfitrión nos aconseje o muchas veces acompañe a conocer su ciudad y los alrededores.

El abandono del blog

Antes de comenzar este viaje, esperaba poder armar al menos un post semanal, relatando alguna de las aventuras vividas, compartiendo alguna reflexión o expresando cualquier otro sentimiento que pudiera estar viviendo en un momento determinado. Mientras viajaba por Argentina, se me ocurrió armar un post de lo que quisiera compartir de lo protagonizado en una provincia ya estando en la siguiente, así fue que estando en San Luis hice un post sobre una parte de las vivencias en Córdoba. Este post me llevó casi un día entero para armarlo, seleccionando las fotos, revisando y dándole el formato deseado, entre otras cosas. Ahí fue que entendí que al menos en el contexto de este viaje, preferiría vivir la experiencia para después del viaje contársela a ustedes del otro lado. Sin embargo, me sentía en deuda, ya que muchos estaban esperando noticias mías y no se las estaba brindando, a través de este medio, el cual me ha dado tantas satisfacciones.

Hay tanto para contar: Cada día conocemos nuevas personas y lugares y lo disfruto con todo mi ser. Ya llevo escritas más de 120 páginas sólo de este viaje, así que hoy siento más que nunca que tengo mucho por compartir y que la mejor forma de hacerlo será a través de un libro. Seguramente incluiría mucho de viajes anteriores, los que permitieron que hoy tenga tan en claro lo que más disfruto al viajar y que cada día lo pueda potenciar aún más. Cada paso dado manteniendo la mente abierta y la curiosidad a flor de piel me permite seguir aprendiendo y quedármelo solo para mí o para las personas más cercanas no cierra el círculo, no hace correr la bola.

El primer choque cultural del viaje

No fue fácil llegar a Bolivia e involucrarse con su cultura, tratando de conocer a sus habitantes y compartir con ellos. Los primeros aspectos que cambiaron radicalmente nuestro día a día de la manera en que veníamos viajando son los siguientes:

* Hacer dedo es muy difícil. Por lo que venimos hablando con la gente, nos cuentan que por un lado este es un tema de miedo y desconfianza, en el caso de los que deciden no parar. Por otro lado, con respecto a los que paran, la mayoría van a pretender cobrarnos por el viaje, a diferencia del código que se maneja en muchos países del mundo, lo cual se debería a varios motivos: En muchas partes de Bolivia es muy bajo el porcentaje de vehículos particulares (los que generalmente nos llevan), por lo que se reducen las chances. Además, en su cultura del trabajo les cuesta mucho moverse, por lo que entienden que nada es gratis. Veo que en general no son altruistas, sino que esperan dinero a cambio de cualquier servicio que puedan brindarnos. Pero toda regla tiene una excepción (y esperamos que haya más): Para ir de Villazón a Tupiza el bus salía 15 Bs (Bs = Pesos bolivianos, moneda de Bolivia) cada uno. Sabiendo que gratis sería difícil, nos propusimos como un desafío conseguir que nos lleven por 15 Bs a los dos. El tema es que durante el viaje, hablando con el conductor, resaltamos nuestra forma de viajar con bajo presupuesto, dando una mano siempre que nos sea posible y recibiendo hospitalidad de la gente en el camino. Así fue que al bajarnos, cuando le estoy ofreciendo al conductor el dinero acordado, nos dice que lo guardemos, que nos va a venir bien para el viaje.

Rolando, la primer persona que nos levantó a dedo en Bolivia

* Acceder a agua potable generalmente implica pagarla. Acostumbrados a tomar agua casi en todos lados en Argentina, en Bolivia estamos aprendiendo a manejarnos con este tema. Al cruzar la frontera, en Villazón manejamos agua argentina que nos quedaba. Ya en Tupiza, nos encontramos con que el agua es muy pesada, teniendo cantidades elevadas de algunos metales como el plomo, siendo no recomendado su consumo. Conseguimos algunas donaciones, compramos alguna botella y nos arreglamos. También nos han dicho que en general en todo el país con hervirla o agregar dos gotitas de lavandina podría tomarse casi sin riesgos. Ampliaremos.

* Los baños y las duchas se pagan. Me habían anticipado esto otros viajeros y lo hemos comprobado por nosotros mismos, aunque encontramos la excepción a la regla nuevamente: Mar consiguió usar un baño en un restaurante en Tupiza (sin haber consumido allí) gratis. Pero es eso, una excepción: En lo que hemos recorrido hasta ahora, el uso del baño, salvo cuando uno deja su aporte en el lugar, alojándose o consumiendo, se paga. Es más, la mayoría de los lugares en los que uno puede sentarse a comer no tienen su baño propio. Por ejemplo, hay muchos lugares para comer dentro de los mercados donde hay baños y se pagan 1 o 2 bs. La ducha es un caso aparte: Aun alojándose en un lugar, la ducha se cobra 10 bolivianos. No sé si esto abarca solo a los alojamientos económicos, así que tómenlo para esos casos. Eso sí, el control no es siempre estricto, luego pueden usar la ducha cuando no los vean y ahorrarse el dinero en algunos casos.

* Cuesta ganarse la confianza de los bolivianos. Ellos son en general fríos al principio, especialmente en las zonas altiplánicas, aunque casi siempre educados y bastante serviciales. Para gran parte de la ayuda que puedan brindar, van a pretender cobrar, pero entender que esto es parte de su cultura me parece importante. Hemos comprobado que una vez que se involucran con nosotros de alguna manera, se puede recibir de ellos hospitalidad o alguna ayuda de manera altruista, esto es, sin que nos pidan nada a cambio.

Este es el pantallazo que puedo darles sobre la cultura boliviana en los 5 días que hemos estado aquí. Hemos buscado acercarnos a ellos y entenderlos, conociéndolos y buscando puntos en común, en vez de enfocarnos en las diferencias. La gran ventaja aquí es que el choque cultural no viene acompañado de que se hable un idioma distinto, ya que hablan castellano con nosotros y entre ellos el quechua, un poco el aymara y en menor grado el guaraní.

Los bolivianos y la mochila (un pequeño paréntesis)

En nuestro recorrido por Argentina y Bolivia y en lo que seguí solo por Perú, nos llamó la atención la ausencia de mochileros bolivianos, contrastado con la abundancia de argentinos y chilenos, algunos colombianos, peruanos y brasileños pero muy pocos de nuestros vecinos del altiplano (casi ninguno). Al parecer, a la gran mayoría de los habitantes del país se les hace muy cuesta arriba la subsistencia (por lo que me contaba la gente, sucede algo similar en Perú) aunque debo reconocer que la boliviana es una cultura que ha mantenido el trabajo de la tierra y llama la atención no ver gente pidiendo comida en las calles, ya que se la rebuscan de una manera o de otra, la mayoría a través de la comercialización de distintos productos, principalmente alimenticios.

Tratando de explicar por qué hay tantos argentinos dando vueltas por ahí, creo que una buena hipótesis radica en nuestros orígenes: somos el resultado de diversas inmigraciones, la mayoría de la época de la primera y segunda guerra mundial y del franquismo en España o el fascismo en Italia, contemporáneas a ambas guerras. Sin ir más lejos, mi abuelo llegó desde España escapando del franquismo, en busca de rehacer su vida «del otro lado del charco» en este país, una tierra de oportunidades y para hacerlo, se bancó un viaje de meses en barco por el Atlántico dejando atrás a su familia, sus amigos y la tierra que lo vio nacer y que lo crió, por mencionar sólo algunos ejemplos.Creo que todo lo que les cuento es un buen antecedente para encontrar hoy tantos compatriotas recorriendo los caminos del mundo y/o rehaciendo sus vidas en otros países.

¿Y el Desarraigo?

Hoy es el día 44 de viaje, o sea que llevo casi un mes y medio lejos de mi casa, mi familia y amigos. Lejanos están los partidos de tenis y fútbol, los largos en la pileta del barrio y las pedaleadas solo y con amigos y tantas otras cosas que hacen del día a día tan especial.

Sentía que no iba a sufrir el desarraigo antes de comenzar este viaje y lo estoy comprobando. Pero esto no quiere decir que no extrañe, que no tenga ganas de ver a mi familia, dormir en mi cama, escuchar música o ver una peli en mi habitación, leer… Es que viajar es tan apasionante y lo vivo tan intensamente que no tengo ni tiempo de hacerme la cabeza con lo que no tengo acá conmigo. Viajando vivo 100% en el presente, aquí y ahora y es por eso que ya libre de los yugos de un modo de trabajo que no me hace feliz voy  a seguir poniendo toda mi energía en combinar viajar y trabajar, porque sé que esa es la mágica combinación que hará que cada día sea más feliz.

Pocas cosas en esta vida me hacen tanto bien como viajar, conocer cada día a nuevas personas, conectar con ellas y a través de ellas aprender mucho: De otras culturas, lenguajes, filosofías de vida y enseñanzas de esas pequeñas cosas que para mí son tan valiosas.

Siento que la mochila es hoy mi casa, como escuché en el camino: “Somos como caracoles que llevan su casita a todos lados”. Las familias que nos han ido recibiendo nos hacen sentir uno más en sus hogares por un tiempo breve y las amistades del camino son tantas y algunas conexiones son tan profundas que duran años. Es que viajando es más fácil conectarse con los demás, pues no están las distracciones de los compromisos, el cumplimiento de horarios… Nuevamente: solo queda el presente.

Con los Robledo, una de las familias que en Jáchal (San Juan) nos hicieron sentir como en casa

Viajando me siento como un niño: Todo es nuevo, amo descubrir nuevos caminos, preguntar muchas cosas, hacer travesuras, jugar con pequeñas piedras, cañas o pasto, inventar alguna mentirita inofensiva para ver cómo reacciona la gente y a veces poder acceder a lugares que sin aparentar no estarían al acceso de uno ni siquiera para conocerlo.

En mis últimos viajes nunca me sentí solo, porque cada vez que quise compartir un momento con alguien, la providencia (o como quieran llamarle) puso a alguien allí que todo se potencie, que sea aún más profundo. A su vez, cada vez que quise estar solo, fueron momentos en que pude escucharme y conocerme mejor, mirar para adentro para comprender lo que siento, para ver qué es lo que sucede en mi interior. No sé ustedes, pero para mí conocerse es toda una experiencia bellísima que no todos pueden atravesar y creo que a todos en algún momento de nuestras vidas nos ha dado miedo estar solos ¿No? Creo que aprovechar esos momentos de soledad nos hace crecer mucho. Después de todo, si no podemos estar bien con nosotros mismos, ¿Cómo vamos a poder estarlo con los demás?

Pero hoy ya no viajo solo, hoy tengo una compañera de aventuras que hace que cada momento sea mucho más lindo. Con ella nos potenciamos: Sus miedos se opacan, yo me suelto más, los momentos complicados son más llevaderos, los divertidos lo son más y los aburridos (como esperar que alguien te levante al hacer dedo) son más llevaderos. Juntos somos uno: No llevábamos ni medio año saliendo y ya le estábamos dando forma a este viaje espectacular que parecía un gran desafío, pero ambos sabíamos que íbamos a poder exprimirlo al máximo y afianzar aún más la hermosa relación que tenemos. También nos entendemos sin hablar, con una mirada, un gesto o un silencio. Nuestra sincronía es maravillosa.


Sin más que contarles por el momento, se despide aquí en Cochabamba su humilde servidor con su compañera de aventuras. Ella deberá regresar en unos días, pero aunque no físicamente, seguirá estando a mi lado como muchos de ustedes.

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