Todo empezó con una cyber-catarsis

En un grupo de Facebook en el que participo, vi el post de alguien quien, como yo, hace unos meses estaba en la etapa previa a un gran cambio en su vida o, al menos, manifestando la intención de dar el paso necesario para ello. Eduardo (Edu en adelante) se había vuelto uno más en la lista de personas que se habían cansado de la rutina, del extenuante Lunes a Viernes de 9 a 18 (o similares), de trabajar para pagar las cuentas, de esperar ansiosamente los pocos ratos libres en la semana o el fin de semana, de tener sólo dos o tres semanas al año para irse de viaje y sobre todo de trabajar en algo que no le gusta y no hacer nada para cambiarlo. Así es, Edu como yo y tantos otros, había decidido dejar todo e irse de viaje y se había expresado a través de las redes sociales, hizo lo que generalmente se denomina una catarsis. A la misma, nos sumamos varios alentándolo a que siga su corazón, que haga lo que sienta que pueda ayudar a que sea feliz y que haga un giro en su vida si lo que estaba haciendo no le pemitía sentirse vivo. Le conté a Edu el paso que había dado y a la semana ya estaba él en Retiro comprando pasajes de tren para los tres (mi novia Mariel, él y yo) dirección Córdoba. Evidentemente, sólo necesitaba un par de empujoncitos para que su viaje por América comience a gestarse.

El encuentro

En otro post del mismo grupo de Facebook, se propuso un encuentro de mochileros, para que varios de los que veníamos compartiendo mucho virtualmente, podamos conocernos personalmente. La sede propuesta fue Dolores y los anfitriones fueron Bárbara y Carlos. Los viajeros que nos acercamos fuimos: Edu con Rory (su amiga), Mariel y yo, que fuimos en mi auto y Gustavo cayó a dedo un par de horas más tarde en una experiencia de presupuesto 0 desde Quilmes. Con esta modalidad, piensa llegar hasta Veritvania, del otro lado del mundo, así que si les da curiosidad, los invito a visitar su blog. Nuestros anfitriones fueron muy generosos y hospitalarios con nosotros, con decirles que madrugaron para recibirnos con unos scones caseros, creo que eso les da una idea. Así fue que compramos pan y fiambre para un almuerzo bien sencillito, unas bebidas, preparamos mate y nos fuimos al canal:

Allí se generó un clima muy especial y estoy (o estamos) muy contentos de haber decidido esa tarde hacer un viaje de casi 500 kms ida y vuelta sólo para compartir ese ratito. Esto para muchos es “una locura”, sobre todo porque el lunes (feriado) en que fuimos estaba finalizando un fin de semana largo en el que miles de personas estaban volviendo en caravana de la Costa Atlántica, muchos de ver la propiedad que religiosamente habitarán por dos semanas en el verano repitiendo, en muchos casos, la rutina de cada año. Pero sé que muchos, como nosotros, sienten que el camino hacia el destino a visitar es parte del viaje y se disfruta mucho también, entonces entenderán que viajar casi 8 horas para disfrutar del lugar al que uno se dirige por menos de 6 horas no es una “tortura”, sino que el viaje en sí también es una experiencia gratificante, sobre todo si el viaje en auto se comparte con personas que estábamos conociendo personalmente ese mismo día como son Edu y Rory.

La tarde pasó viajando (con nuestras mentes)

Y si, reunido un grupo de viajeros, era de esperarse que la tarde se nos esfumara conociéndonos, especialmente a través de nuestras anécdotas de viajes, compartiendo información sobre muchos lugares y su gente y filosofando bastante también: Luego de un interesante debate, creo que el punto en común en los distintos enfoques era que todos queríamos concentrarnos en ser felices y disfrutar el día a día sin pensar demasiado en el futuro ni preocuparnos por lo que la sociedad “espera” de nosotros. Cada uno de los presentes tenía un viaje “en el tintero”: Mariel y yo arrancaríamos con Edu el 2 de enero hacia Córdoba en tren, para recorrer esa provincia y la región de Cuyo (San Luis, Mendoza, San Juan y La Rioja) antes de seguir camino hacia el norte, bien via Argentina o via Chile. Mar deberá volverse poco después para rendir finales en la facu (o “uni” como dicen en otros lugares de América), yo seguiré probablemente hasta Ecuador, Edu hasta donde llegue de América para luego terminar en Nueva Zelanda. Bárbara y Carlos partirán en Marzo, tratando de recorrer cuanto puedan del continente y Gustavo, como les mencionaba, planea llegar a Veritvania “sin un mango” (argentinismo por “sin dinero”). Esos son los “no planes” (todos sujetos a modificaciones) de los viajeros (un poco locos todos creo) que Dolores reunió en esa radiante tarde de primavera cuasi veraniega.

Comparto con ustedes algunas fotos de la tarde y luego pasamos al desenlace de esta breve historia, o sea, la vuelta.

Jugando con la cámara atrapé un avión

Disfrutando la tarde

Pesca con red en el canal de Dolores

A nuestras espaldas, la gente estaba pescando

Nos hicimos amigos de unos jóvenes pescadores, quienes nos mostraron su pesca del día

La Vuelta a casa

Así que llegó la hora de volver, nadie lo quería, pero varios trabajábamos al día siguiente, así que fue inevitable. Teníamos que buscar como evitar la Autovía 2, ya que a la ida nos depositó cómodamente en Dolores, pero a la vuelta tendríamos la compañía del malón, esto es, las miles de personas que se dirigieron juntas a la Costa Atlántica y se quedarían todo cuanto pudieran para exprimir bien la playa y volver a la civilización para cumplir con sus obligaciones. Pero no era necesario volver con todos ellos, ya que si uno piensa distinto puede evitar esas situaciones. Volvimos combinando distintas rutas provinciales, lo que nos garantizó principalmente dos cosas: viajar más tranquilos y no pagar peajes. Y este último punto es muy interesante, sobre todo teniendo en cuenta que el peaje de la Ruta 2 cuesta $40. Para quien le interese, desde Dolores, tomamos este camino, que es un poco más largo en distancia, pero no necesariamente en tiempo, al no haber congestionamientos:

  • Ruta 63, dirección Este.
  • Ruta 11, dirección Norte.
  • Ruta 36, dirección Oeste.

Entramos así a la ciudad de La Plata, y tomamos luego un breve tramo de la Autopista Buenos Aires-La Plata para llegar a Quilmes habiendo disfrutado de un bello atardecer y de la ausencia casi total de otros automovilistas:

Atardecer camino a casa