Reflexiones y contexto antes de experimentar por primera vez lo que se siente viajar por trabajo.
Trabajar por mi cuenta no funcionó
Entre el después de mi primer viaje largo y mi nuevo trabajo como consultor del que les contaré en breve, estuve unos meses viviendo con mis padres y fueron muy difíciles, porque yo estaba tratando de reinventarme profesionalmente, empezando una nueva etapa como freelancer – trabajando por cuenta propia – y no contaba con su apoyo, porque eso no estaba alineado con lo que ellos esperaban de mí.
Sabía lo que estaba haciendo y sentía que estaba reconstruyéndome, armando algo nuevo desde cero, pero no le di el tiempo necesario y ellos no tuvieron fe en mí. Lo cierto es que ya hace algunos años entendí que tengo que hacer lo que siento sin importarme lo que piensen o esperen los demás de mí, pero hacerlo bajo su techo era insostenible, al menos para mí y en ese contexto.
Sus expectativas no se veían satisfechas con mi realidad de ese momento y no encontré en su casa la tranquilidad que necesitaba para comenzar de vuelta, con un giro de 180° en mi vida, especialmente en lo profesional. Creo que no tienen mucho sentido los planteos del tipo “qué hubiera pasado si…”, así que los voy a obviar.
Volviendo a la gran ciudad
Como me lo había planteado al comenzar esa etapa de freelancer, luego de 6 meses volví a ser autosuficiente económicamente sin estar en relación bajo dependencia. Lo logré a través del dictado de cursos de informática: trabajé varios meses en un instituto en donde podía tomar los cursos que me gustaban y manejar bastante los días y horarios para hacerlo. Así, cubriendo unas 20 horas semanales tenía el dinero suficiente para poder compartir un departamento con un amigo y cubrir todos mis gastos, pero no tenía obra social, un espacio propio para compartir con mi novia ni capacidad de ahorro.
La verdad es que no estando en movimiento, que era lo que quería, no me sentía a gusto con esas limitaciones. Si bien dar clases es algo que me encanta, no logré generar las oportunidades para poder combinar las clases con distintas asignaciones como consultor independiente, que era lo que entendía que podría hacer muy bien y encontrar así ese equilibrio que buscaba.
De vuelta a la consultoría
Así es que volví, pero no bajo las mismas condiciones laborales que tenía antes de mi viaje largo del año pasado, ya que una de las prioridades que me puse es la de no volver de ninguna manera a la rueda del “Lunes a Viernes de 9 a 18” y las “40 horas semanales”, por lo que no aceptaría trabajar esa cantidad de horas y sin flexibilidad horaria. Además, otro requisito que me planteé es el de exigir a mi futuro empleador poder trabajar desde mi casa – hacer teletrabajo o “home office” como se dice – una o dos veces por semana, de manera de ganar tiempo para mí al no tener que ir y volver de la oficina en esas oportunidades. Muchas personas (ya se pueden imaginar quienes entraban en esta categoría) me consideraban prácticamente un insolente por pretender poner YO las condiciones en las que quería trabajar, ¡como si uno no pudiera proponer y decidir también!
Ahora bien, la carrera universitaria que elegí y de la que me gradué en Junio del 2012 es la de Ingeniería en Sistemas de Información y al ser una especialidad que hoy se encuentra con mucha demanda, debo admitir que es más sencillo plantear algunas de las exigencias que marqué antes, comparándola con otras profesiones. Especialmente la posibilidad de trabajar de casa, que no es viable para muchos trabajos.
Dentro de lo que es el mundo de los sistemas de información – créanme que es enorme – opté por el submundo de la gestión de procesos de negocio (BPM), pero no vamos a abundar en eso ahora. El punto es que especializarme me hizo visible para muchos empleadores y algunos de éstos o sus intermediarios se acercaron con distintas propuestas hasta que uno en particular fue el único que se ajustó a lo que yo requería para volver a trabajar bajo dependencia y sólo por eso volví un poco a esa rueda, en la que estoy hace ya casi 5 meses.
Se cumplieron las promesas
Por primera vez en mi vida laboral, se cumplieron todas las promesas que me hicieron antes de entrar a la empresa. No sé si a ustedes les habrá pasado – imagino que a muchos sí – pero antes de que uno entre a un lugar de trabajo, el mismo es adornado con mil formas y colores y cuando uno comienza su relación con el empleador, todo empieza a caerse a pedazos, generalmente de a poco.
Lo cierto es que donde estoy ahora cumplieron con mi pedido de trabajar 32 hs por semana, lo que me deja un día libre en cualquier momento de la semana o dos bloques de medio día que voy manejando con bastante libertad; también cumplieron con dejarme trabajar desde casa una o dos veces por semana y con la flexibilidad horaria: la salida del nefasto lunes a viernes de 9 a 18 se hizo realidad.
Además, cuando ingresé me pidieron que sacara adelante un proyecto que duraría unos 3 meses y en el que estaría haciendo algo que no me gusta, pero al concluir ese proyecto estaba la promesa de asignarme en algo que sea de mi agrado. También cumplieron en eso y además con un plus: un viaje…
Viajar por Trabajo
Así es que hace pocos días me confirmaron lo que tanto esperaba: voy a viajar por trabajo. Habiendo experimentado distintas formas de viajar en los últimos años, viajar “auspiciado” por un empleador era algo que tenía pendiente en mi vida y que quería experimentar en carne propia, ya que tengo referencias de muchos colegas que lo han hecho pero, como saben, la experiencia es intransferible.
Mi empleador se encargará de los gastos de alojamiento para mí y Mariel, me van a dar un monto diario más que suficiente para cubrir todos los gastos de viáticos, comida y alguna otra cosa más y hay algunos otros puntos del arreglo muy interesantes que no puedo difundir por acá. Lógicamente, tener los gastos cubiertos en Chile hará que mi sueldo en Argentina se pueda ahorrar casi en su totalidad, y esto es muy bueno para los viajes que se vienen.
El lugar que nos acogerá por dos meses y medio en las condiciones mencionadas es Santiago de Chile. Esto nos pone muy contentos porque no conocemos Chile y tendremos los fines de semana y algunas tardes de los días de semana libres para recorrer Santiago y los alrededores y al terminar mi asignación allí, me pediré un tiempo para hacer un viajecito mismo por Chile, tal vez Ecuador o a donde se nos ocurra, antes de volver a Argentina.
Chile, allí vamos (otra vez…)
Si bien no siempre viví en el mismo lugar, ya que me mudé varias veces y viví en distintas partes de la provincia de Buenos Aires y de la Capital Federal, hasta ahora nunca viví fuera del país, aunque sí estuve de viaje – esto es, en movimiento – en algunos países. De casi todos ellos tienen algunos relatos en el blog, así que los invito a leerlos si les interesa.
Estuve en territorio chileno dos veces en mi vida, en la primera oportunidad estuve dos noches en un pueblo fronterizo al sur de la comuna de Cochamó que se llama Tres Arroyos, no está ni en el mapa y es un paraíso casi virgen sin electricidad, carreteras, red eléctrica ni de gas, donde viven muy pocas familias. Llegué allí a través de un sendero que se llama “Los Hitos” en el Parque Nacional Lago Puelo en Chubut con Yuri, un amigo ruso que me recibió a través de CouchSurfing en su casa construida con permacultura en el Mallín Ahogado, El Bolsón. Les debo el relato de esa memorable aventura, pero les dejo una foto de la evidencia:
La segunda oportunidad en que estuve en Chile fue en enero del año pasado, cuando cruzamos por el Paso de los Libertadores en Mendoza para recorrer sólo una parte del “Camino de los Caracoles”, que consta de una ruta con muchos firuletes de la que no tengo las fotos por problemitas técnicos. Ese día también recorrimos el Parque Provincial Aconcagua y el Puente del Inca, que quedan a pocos kms. de la frontera con Chile, así que les comparto una foto de este último:
Y la evidencia de esta breve visita a Chile del año pasado la tienen aquí:
En Chile, ¿de compras?
Para muchos de ustedes no será una novedad si les digo que, debido especialmente a las trabas en las importaciones, miles de argentinos cruzan con frecuencia a Chile para realizar diversas compras, especialmente de tecnología. Por mi parte, vi también que en distintos productos relacionados con lo que se denomina “Outdoors” también las diferencias de precios con nuestro país son notables en distintas marcas de carpas, ropa térmica/técnica, bolsas de dormir, etc. Por eso, voy a aprovechar este viaje para mejorar mi equipamiento viajero, vendiendo algunas cosas acá en Argentina para comprar otras nuevas y de mejor calidad en Chile.
Si les interesa la posibilidad, van a encontrar abundante información al respecto en internet con respecto a qué productos les conviene traer, qué diferencias de precios hay, cómo manejar el tema de las compras teniendo en cuenta los controles de Aduana al ingresar al país y otros temas. Por mi parte, prefiero no profundizar al respecto hasta no tener la experiencia propia para compartirles, aunque sí me parece que vale la pena hacer esta breve mención.
Ahora bien, si bien trato de que lo material cada vez ocupe un lugar menos predominante en mi vida – y por eso voy a aprovechar este viaje para seguir vendiendo y regalando algunas cosas que siento que ya no necesito –, es muy probable que en Chile sucumba a la tentación del consumismo para darme un gusto que hace tiempo que tengo en mente: comprar una cámara réflex profesional.
Tengo en mi radar un modelo de la gama más baja de las cámaras de estas características que me va a resultar ideal para seguir aprendiendo de fotografía, pero pudiendo aplicar en la práctica muchos conceptos de forma manual, ya que las cámaras compactas automáticas acotan mucho lo que uno puede explotar de este mundo [la fotografía] que cada día me apasiona más, especialmente viajando.
Abrimos la sección “Chile” y cerramos esta entrada
Con este post, abro oficialmente en el blog la categoría “Chile” – si bien todavía esta entrada no estará asociada a esa categoría –, dentro de los relatos de viaje por Sudamérica que se van acumulando y seguramente muy pronto empiece a contarles cómo es la vida allí, qué tienen para ver en Santiago y alrededores (Valparaíso y Viña del Mar están a menos de 100 kms. y entrarían en mi clasificación de “alrededores”, por ejemplo) y en otras partes un poco más alejadas del territorio chileno, entre otras cosas.
Esto fue como una introducción que tiene un poco reflexión y otro poco de balance. Disfruto de escribir todas estas cosas que me van pasando por dentro, ya que contarlas me permite entenderlas un poco mejor y al compartirlas me puedo alimentar de su punto de vista, dándome una visión externa que me ayuda a crecer y a entenderme y conocerme mejor.
Nuestros sueños viajeros siguen en pie y más fuertes que nunca, porque veo a esta etapa como una gran previa de lo que está por venir. Sin embargo, aprendí a reducir mucho mis expectativas del que vendrá para disfrutar más del presente y hoy tengo muchas, muchas ganas de vivir esta experiencia, así que… ¡Allí vamos!
Para quienes se suman hace poco al blog, los invito a darse una vuelta por la sección de Reflexiones, donde les cuento algunas de las cosas que andan dando vueltas por mi cabeza. Y, como siempre, los invito a dejar aquí su comentario si tienen ganas de preguntar o compartir algo, lo que sea 🙂
Muy interesante e instructivo.
¡Muchas gracias José María!
Exitos en el viaje y que sea una buena experiencia!
Si todavía no te decidiste por un modelo de cámara te recomiendo que investigues sobre las cámaras de microcuatrotercios o m43. Es un segmento que lo están explotando mucho olympus y panasonic. Tanto los cuerpos como los lentes son mucho más económicos (y livianos!) que las típicas reflex Canon/Nikon al no depender de un espejo y podes conseguir resultados iguales yo diría al poder manejar manualmente la apertura, velocidad, iso, etc.
Yo tengo una olympus PEN hace un par de años, y una colección de lentes que me fui armando y estoy mas que contento!
¡Muchas gracias por los buenos deseos Martín!
Y te agradezco por tu recomendación, ya que vuelve a poner en mi eje la alternativa de una cámara sin espejos: sos el segundo fotógrafo que me las recomienda, si bien la mayoría de los que consulté sigue optando por las réflex, uno tiene que elegir la cámara que mejor se adapte a sus necesidades y para mí la portabilidad es una de las prioridades, por lo que merece la pena considerarlo.
¡Saludos, buenas vibras y buenos viajes para vos también!