Información útil sobre para llegar y recorrer el Salar de Uyuni con poco dinero, sin pagar excursiones.

Intentando llegar a Uyuni a dedo

A pesar de que mucha gente nos dijo que no era posible hacer dedo en Bolivia, llegamos con el pulgar en alto de Villazón a Tupiza (como te contamos acá), nos quedamos algunos días en la ciudad y nos sorprendió gratamente. El día de partir camino a Uyuni, como el tren salía a las 7 de la tarde, intentamos hacer dedo durante el día. Ahora te vamos a contar qué pasó.

Mientras recorrimos la ciudad, hablamos con la gente preguntando dónde hacer dedo y los fuimos conociendo un poco más. Fueron muy amables con nosotros, nos orientaron con una sonrisa y muy buena onda, hasta en ocasiones sin pedirlo. Por ejemplo cuando estábamos parados en este lugar (de la siguiente foto), un señor vio el cartel y nos dijo que por ahí el tránsito no iba a Uyuni y nos indicó dónde era mejor para intentarlo:

Así que de ese punto caminamos un poco y tomamos un colectivo local («el uno» le decía la gente), en donde seguimos interactuando con los bolivianos, quienes se declararon «cómodos» para viajar: en la parte trasera del transporte se armó una ronda/debate buenísima en la que los locales se sorprendieron de todo nuestro camino recorrido, de lo mucho que caminábamos a diario y de lo poco con lo que nos arreglábamos pero, por sobre todo, se maravillaron por nuestra falta de comodidades al viajar.

Tras bajarnos del bus y caminar unas pocas cuadras, llegamos a la tranca, donde se le cobra a quienes circulan por la ruta en vehículo. Ahí, los caminos se bifurcaban: el de la derecha iba a potosí por una ruta asfaltada y bastante transitada pero el de la izquierda (el nuestro) iba a Uyuni por un camino de ripio/tierra, con un flujo de vehículos muy pobre. Este era el camino principal que unía Tupiza con Uyuni pero, al menos hasta ese momento, no contaba con asfalto más que en un par de tramos cortos del recorrido.

Ahí intentamos otro rato pero en los vehículos, todos nos decían que iban «ahicito nomás» (frase escuchada bastante en Bolivia), así que tampoco hubo suerte y después de un par de horas de intentos, pasamos al plan B: nos fuimos a la estación de tren.

Conseguimos el pasaje en el día y más fácil de lo normal porque el servicio tuvo un amague de cancelación por temas climáticos, sino los pasajes de ese tren, que es lentito pero bastante fiel, se suelen vender todos con varios días de anticipación. Tenelo en cuenta si lo vas a tomar.

Con el boleto tuvimos que pagar nuevamente un baño y no quisimos pagar un guardaequipajes, por lo que fuimos a hacer unas compras para tener nuestras reservas más o menos cubiertas para un par de días, ya que nos habían advertido que en Uyuni era todo un poco más caro.

Antes de subir al tren, colgamos charlando con una pareja de suizos y casi lo perdemos. Por suerte llegamos a embarcarnos a tiempo y nos acomodamos con mucho espacio, por los pocos asientos vendidos. Eso sí, los bolivianos viajan con tantos bultos que taaanto espacio no teníamos de todos modos.

En tren de Tupiza a Uyuni

Al tren lo abordamos a horario pero salió media hora más tarde de lo esperado. Nosotros sacamos el boleto más barato, de la categoría «Popular»  y era básico pero para 8 horas no estaba tan mal. Por ahí para 16 hubiera sido un poco más grave.

Al principio nos acomodamos, estiramos las piernas y después leímos un poco. Sin embargo, no pasó mucho tiempo hasta que con esfuerzo le sacamos unas palabras a una «chola» (una mujer del altiplano boliviano, que llevaba la ropa típica) que estaba pelando una por una las verduras de un saco bien grande, que creo que eran habas. Para un próximo viaje voy a tratar de aprender algunas palabras típicas del lugar en las lenguas originarias, hubieran ayudado mucho para romper el hielo en numerosas conversaciones con los locales.

Al rato, Mariel se va el baño y comencé una charla con un grupo de cuatro extranjeros que estaban algunos asientos más allá, charla que se extendió varias horas, hasta llegar a destino. Resultaron ser ingleses, bastante jóvenes, de entre 18 y 19 años, que estaban haciendo un viaje juntos pre-universidad. Es admirable que puedan tener esa experiencia tan jóvenes. Se los notaba muy maduros y nos contaban que estaban promediando su viaje que había comenzado en Noviembre y terminaría en Abril.

Dónde dormir en Uyuni si llegaste a las 3 AM y no querés pagar por alojamiento

Como habíamos estado muchas horas conversando, dormimos sólo una horita en el tren y tipo 2.30 llegamos a Uyuni, sin ninguna intención de pagar un hostel por unas horas, hasta que se haga de día. Por eso, decidimos salir a buscar un lugar para acampar, pero cansados y sin encontrar algún pedazo de pasto, parque o algo por el estilo que nos inspire a armar nuestra carpa, empezamos a buscar una plaza. El problema es que estaban todas enrejadas y cerradas, y decidimos entonces armar la carpa en la misma vereda de Uyuni y ahí descansamos unas 4 horitas hasta que se hizo de día. Muchos otros mochileros habían decidido pasar la noche ahí en la estación de tren, lo cual es posible también.

Eso sí, te cuento que, si bien era verano, hacía mucho frío en el lugar, porque es muy árido y tiene una diferencia térmica muy importante entre el día y la noche, así que tuvimos que acudir a la famosa técnica de la cebolla y ponernos varias capas de abrigo para poder descansar. Está de más decir que sin la carpa nos hubieramos cagado bastante de frío y dudo que hubiéramos podido dormir tan bien.

Buscando alternativas a las excursiones para el Salar de Uyuni

Temprano por la mañana nos levantamos con un sol radiante sobre nuestra «casita» y con los primeros movimientos de la gente que comenzaba su día decidimos arrancar el nuestro también, así que después de un par de horitas de sueño reparadoras y de desarmar la carpa, retomamos camino.

Nuestro objetivo principal era conocer el Salar de Uyuni y para hacerlo buscábamos no pagar una excursión, ya que la que nos interesaba era de tres días y dos noches, visitando la Reserva Avaroa (pasando por la laguna verde y la roja, entre otros sitios), pero costaba en promedio unos 100 dólares, nuestro presupuesto de un mes. Nos pasó muchas veces en el viaje tener esta sensación de que por un lado nos hubiera gustado conocer un determinado lugar, pero por otro nos parecía que era mejor usar el dinero de otra manera. Algo así como cambiar esa excursión por varios días de viaje.

 La excursión de un día al salar no nos convocaba en absoluto: salía unos 150 pesos bolivianos (algo así como 25 dólares al cambio del día) pero sólo consistía en: traslado al salar desde la ciudad de Uyuni, breve escala en el Cementerio de Trenes, parada en un hotel de sal para conocer cómo es por dentro y, sólo en algunos casos, ingreso a la Isla del Pescado. Esto último era cuestión de suerte, ya que como era verano y el salar estaba cubierto de agua, muchas excursiones no se animaban a ingresar hasta la isla con los vehículos y no te lo decían al vendértela. Todo esto lo averiguamos hablando con los lugareños, obviamente.

Entonces, llegamos a la pregunta clave de esta entrada…

¿Cómo llegar al Salar de Uyuni y recorrerlo sin excursiones?

Resulta que no nos habíamos encontrado con artículos en blogs o recomendaciones de viajeros para poder ir al salar y conocer el lugar sin contratar una excursión, ¿sería tal vez porque esos 25 dólares que mencionaba para el grueso de los turistas era lo suficientemente económico para una excursión de medio día como para no intentarlo?

De una u otra manera, no era únicamente un tema de dinero esta fijación en llegar por nuestros propios medios, era también en gran parte porque nos gusta manejar nuestros tiempos y porque al desconocer casos de personas que hayan ido por sus medios, parecía un lindo desafío el intentarlo y luego poder contarlo, que es casualmente lo que estoy haciendo ahora con vos.

Así fue que hablando con la gente en Uyuni – principalmente en las paradas de los colectivos -, un señor nos dijo que él estaba por tomar un colectivo que iba a la frontera con Chile y que el mismo pasaba por Colchani, el pueblo más cercano al salar. El costo del bus era de 10 pesos bolivianos y nos dejaba a unos 5 kms. del Salar de Uyuni, por lo que decidimos esperar el transporte.

Preguntamos por la compra de pasajes para el bus y nos decía la gente y la vendedora en la agencia que no hacía falta comprarlo anticipadamente, por lo que no lo hicimos y abonamos directo al chofer al subir. Gran error. Al subir al bus, nos acomodamos panchamente en dos asientos, pero iba subiendo la gente mirando su pasaje y acomodándose en los distintos asientos mirando dicho papel, sospechábamos que pronto subirían los compradores de los asientos en los que estábamos sentados y así fue: tuvimos que dejar nuestros lugares y eso no fue lo peor. El principal problema en Bolivia no es en sí viajar parados en el bus, sino que los buses en general son bastante básicos, se mueven muchísimo, rara vez tienen acondicionado y tampoco baños (o si los tienen suelen estar cerrados con llave), pero además de todo lo anterior, la gente viaja con muchos bultos, tantos que nunca entran todos en el portaequipaje o tal vez prefieren llevarlo con ellos arriba del colectivo por seguridad, vaya uno a saber.

Además, nosotros estábamos tomando un bus que usa mayormente la gente local (y por eso su bajo costo), desprovisto de toda comodidad y por eso no gozaba de parte del confort que en Bolivia se brinda al turista y se que se le cobra muy bien en las excursiones. Por suerte, cuando el colectivo arrancó encontramos un asiento libre que inmediatamente cedí a mi compañera de viaje:

Éramos los únicos pasajeros «extranjeros» y al principio pensaban que era «gringo» (debo admitir que mi aspecto hizo que varias veces durante el viaje me tilden de estadounidense, alemán u otros) y así se refirieron a mí hasta que les aclaré que era argentino y se rieron, sorprendidos por escucharme hablando en un claro y fluido español. Eso sí, de todos modos, para un boliviano, todo extranjero que no tenga sus rasgos físicos, rasgos andinos digamos, es gringo. Así que digamos que para ellos, lo era.

Volviendo al colectivo, te cuento que el camino a Colchani era mayormente de ripio y el vehículo vibraba muchísimo, pero afortunadamente el viaje era muy corto: de poco más de 20 kms. y alrededor de una hora, por lo que llegamos rápidamente a destino.

Llegando a Colchani

Llegamos a Colchani poco antes del mediodía y nos dio la impresión de estar en un pueblo fantasma: se sentía el sol radiante y la aridez del lugar, las casas eran muy sencillas, mayormente hechas de adobe, y casi no veíamos gente, lo cual puede haber estado relacionado a que en ese horario sólo nosotros estábamos dando vueltas a pie por el lugar. Sin embargo, encontramos un atractivo en el paisaje, sentimos que no era un panorama desolador, sino pacífico y agradable.

Nuestra primera prioridad era buscar un lugar para quedarnos, así que fuimos preguntando a la gente si sabían dónde podíamos pasar la noche y nos derivaron todos a lo de «Doña Pascuala», aparentemente el único alojamiento de la zona. Al llegar, no nos atendieron muy amablemente y nos informaron que el costo era de 30 Bs. por persona más 10 Bs adicionales si queríamos usar la ducha. Lo tratamos de regatear, no pudimos y como no sabíamos de otras opciones, decidimos quedarnos. Además, la habitación era casi toda de sal: las camas, el piso y las paredes; bastante pintoresco. Así fue que dejamos nuestras mochilas en la habitación y fuimos a conocer el salar.

Llegando al Salar de Uyuni a pie (sin tours)

Desde el pueblo de Colchani, el salar quedaba a unos 5 kms. Esto para nosotros era una distancia más que caminable, aunque muchos nos tildaban de locos por pretender ir a pie, sobre todo porque estábamos hablando de un clima muy caluroso y seco que hace que el camino se sienta más. Sin embargo decidimos hacerlo, cargando una buena cantidad de agua para el desafío.

La primera parada fue muy breve en una tienda de artesanías que vendían figuras hechas con sal. Decidimos seguir camino porque pretendían cobrarnos por tomar fotografías. Le saqué una foto de lejos digamos que por rebeldía y seguimos camino.

La segunda parada fue en un hotel de sal:

En medio del salar, parecía sencillo por fuera, pero resulta que era bastante lujoso en su interior y contaba con servicio de wi-fi (sí, en el medio de la nada). Creo que ya sabíamos que los costos serían altísimos, pero queríamos comprobarlo y para eso tomamos el rol de dos turistas con dinero que podríamos estar interesados en quedarnos ahí la noche siguiente. Nos informaron que costaba USD110/noche por persona, bastante más alto que lo que pagamos en el pueblo (USD5/noche por persona), nos mostraron la habitación y nos contaron que tenía televisión satelital, baño con tina, cama Sommier, etc. Le dijimos con todo descaro que tal vez nos quedaríamos ahí la noche siguiente, les agradecimos por su tiempo y seguimos camino. Lejos estaba de nuestras intenciones quedarnos ahí una noche.

Mientras tanto, caminando por la «calle principal» que llevaba al salar, las 4×4 de las excursiones al salar nos pasaban de a decenas por el costado, algunas demasiado cerca, y sólo por diversión (sabiendo que no pararían) les levantábamos el dedo y luego los saludábamos al pasar (con los ojos cerrados) cuando nos dejaban una nube de polvo en las caras.

Desde el hotel de sal caminamos los últimos 2,5 kms, y llegamos finalmente al famoso Salar de Uyuni. Es difícil describirlo: el paisaje lucía surreal, parecía un capricho de la naturaleza. A medida que nos íbamos metiendo más en el salar se fusionaba el cielo celeste con el agua que lo cubría por ser verano y con el blanco de la sal en las partes que no habían sido alcanzadas por ésta. Parecía un sueño, es sin dudas un lugar especial y estábamos muy contentos de estar allí.

Nos sacamos el calzado y estuvimos un buen rato meditativos, disfrutando del lugar, con los pies en la sal, a la que se le atribuyen propiedades curativas. Un día precioso nos acompañaba, lo que nos hacía sentir que todo era perfecto y, en efecto, lo era.

Por si te lo estás preguntando, te cuento que no hay que pagar entrada para entrar al salar. Te mandás caminando y ya. Lo que la mayoría paga son las excursiones (o tours). Si contás con el dinero y querés invertirlo, muchos recomiendan excursiones de 3 a 5 días, pero para eso le vas a tener que preguntar a Google, jeje.

La vuelta a Colchani

Como no era muy temprano cuando emprendimos la marcha al Salar y como nos quedamos un buen rato contemplando su majestuosidad, para cuando decidimos emprender el retorno ya estaba cayendo la tarde, con el agravante de la amplitud térmica que mencioné hace un rato: al caer el sol iba a empezar a sentirse el frío de la noche que se avecinaba.

Así fue que empezamos a caminar hacia el pueblo, levantando el dedo mientras avanzábamos, ya que tampoco queríamos que nos agarre la noche en el Salar, donde sería muy fácil perderse. Los vehículos de excursión claramente nos ignoraban, pero sí paró una 4×4 en la que iban dos puertorriqueños y sus novias bolivianas, todos muy amables y con un acento súper agradable, nos subimos a la caja y en pocos minutos y luego de unos cuantos saltos (en la caja de la camioneta) llegamos a pocas cuadras de lo de Doña Pascuala.

La mayoría de la gente va con excursión al salar, porque el camino es tipo serrucho, bien áspero. Es recomendable hacerlo sólo con vehículos especiales.

Contra todos los pronósticos, cerramos el día cenando fideos

Traíamos de Tupiza unos fideos secos y algo de verduras. En Colchani, estábamos desesperados buscando alguien que nos preste una hornalla para hervir nuestros fideos porque en el alojamiento nos dijeron que no tenían cocina (luego nos enteraríamos de que ésto no era cierto): íbamos encarando a todas las personas que veíamos en la puerta de sus casas pidiendo ese favor pero no teníamos suerte. Queríamos compartir la cena con alguien del lugar y ofrecíamos la materia prima y compañía sólo a cambio de fuego y los implementos para preparar la cena, pero la gente se mostraba un poco cerrada y desconfiada. Entendíamos que son rasgos propios de los habitantes del altiplano boliviano, si bien somos un poco descarados y por lo confianzudos tal vez muchos tomaron una postura defensiva.

En el camino, nos interceptó una pareja de viajeros: Simon, de Irlanda y Olivia de Estados Unidos. Estaban haciendo un viaje en bicicleta bastante largo por Sudamérica y nos cayeron muy bien desde el primer momento. Ese día, corría el 14 de febrero (San Valentín) y estaban enfocados en cambiar 10 Libras para poder ir a cenar al hotel de sal, teniendo su cena romántica para celebrar la ocasión; sin embargo, cambiar ese billete en el pueblo era una misión no sé si imposible, pero complicada. Mariel les hizo el favor de cambiárselos, sólo para después cambiarlo en Buenos Aires porque le sobraban algunos pesos bolivianos y se mostraron muy agradecidos con nosotros: de pronto pusieron a nuestra disposición su calentador, ollas y condimentos para hacer los fideos con verduras que tanto anhelábamos. Todos felices.

Por la noche, también usamos el calentador de los chicos para calentar agua para bañarnos, ya que nos negábamos a pagar para usar la ducha. Hoy miramos para atrás y creemos que nos excedimos con el ahorro, pero era más una cuestión de principios, nos parecía que pagar aparte no estaba muy bueno y no entendíamos como no encubrían el costo de la ducha en el costo del alojamiento por noche. En fin, nos la arreglamos con el agua calentada artesanalmente.

Para despedir el día, nos visitó una tormenta de arena importantísima, con algo de lluvia también y, para todo esto, nuestros nuevos amigos se habían ido pedaleando hasta el hotel de sal para tener su cena de San Valentín, nos preocupamos un poco por su bienestar y nos acostamos a dormir ante la imposibilidad de comunicarnos con ellos. Estábamos bastante cansados y hacía mucho frío.

Una memorable despedida de Colchani

Por la mañana nos encontramos con Olivia y Simón, les devolvimos todo lo prestado y les agradecimos muchísimo el gesto a lo que ellos respondieron con gratitud porque decían que les salvamos la cena. Fue mutuo.

Como si fuera poco lo que hicieron por nosotros, nos agasajaron con un desayuno de campeones para comenzar el día y seguir camino: avena, bananas, huevos revueltos, leche… por nuestra parte aportamos también frutos secos y un poco más de fruta. El resultado fue muy nutritivo y sabroso. Estábamos listos para seguir camino y teníamos una nueva historia y dos nuevas conexiones más en nuestro andar.

Lamentablemente no manejan bien el español como para leer esta nota pero igual mantenemos el contacto con ellos y se las voy a pasar para que puedan ver nuestro saludito virtual para ellos, ¡Gracias de nuevo chicos!


Aclaración: La calidad de las fotos no es la habitual porque tuve un problema técnico con mi cámara y fueron sacadas con el celular.

Y, como siempre, si te gustó, no dejes de comentar a continuación y te invito a preguntar, contar tu propia historia o lo que te surja. Gracias por tu visita 🙂

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Y si después de leer el artículo no te convenció la idea de conocer el salir sin tours, podés visitar estos tips para visitar el salar de Uyuni que armó nuestra colega Verónica del blog Touristear.com, que hizo el tour de 3 días para conocerlo.