Reflexión acerca de lo que sentí al volver a casa después de un viaje largo, contando lo que nos llevó de vuelta, lo que sentí y lo que nos esperaba luego.
Un cambio de planes dentro del viaje largo
No estaba en nuestros planes iniciales, pero en esta vida y sobre todo viajando, creo que los planes están para cambiarlos y eso hicimos, una vez más.
El jueves 8 de diciembre llegamos en avión desde Recife, después de casi ocho meses de viaje, seis de los mismos recorriendo once estados de Brasil, desde Rio Grande do Sul hasta Pernambuco. En este momento, estamos disfrutando de nuestra familia y amigos, de nuestras ciudades y las costumbres y comidas que tanto nos gustan. En Brasil dirían que estamos «matando saudades», ya que saudade es ese sentimiento de estar lejos de casa, añorando todo eso que te contaba antes.
Así que ahora estamos en una escala, lo suficientemente larga para ponernos al día con nuestros seres queridos, con algunos preparativos y trámites que teníamos pendientes, aunque no tan larga como para arraigarnos y poner en riesgo la continuación del viaje, lo cual es lo último que queremos.
¿Cómo sigue el camino? Seguí leyendo que te lo cuento más abajo, pero antes quería decirte que…
Estoy en casa
Sé que estoy en casa, porque estoy lejos de la playa. No escucho a la gente hablando en portugués, ni veo a las personas jugar al dominó en esas mesitas (o cajas) en las calles, no veo a nadie durmiendo una siestita o haciendo un poco de fiaca en una hamaca, ni veo agua de coco o un caldo de caña de azúcar, tampoco veo palmeras, castaños, monos saltando por los árboles o buitres (urubúes) surcando los aires.
Sé que estoy en casa porque en vez de todo lo anterior, el domingo siguiente a mi llegada estaba en Buenos Aires – ciudad de mis amores y mis odios – y sentado en una plaza cerca del estadio de River Plate, me encontré en la previa del Superclásico (me refiero al partido de River VS Boca) a un grupo de jóvenes que se fueron sumando en la mesa de al lado hasta totalizar unos diez, haciendo la previa tomando fernet con cola y fumando marihuana. Al rato empezaron los cánticos por las calles y las bombas de estruendo, anunciando el comienzo de un importante evento local. Bueno, importante para muchas personas, pero no para mí.
Sé que estoy en casa porque pude ver librerías abiertas pasada la medianoche y mucha vida en las calles o lo sé por esa pizza tan particular que uno puede comer parado en la barra. No te voy a decir «la mejor pizza del mundo», pero sí te puedo decir que hasta ahora no probé ninguna otra con ese estilo, la clásica pizza al molde porteña: crocante por fuera, esponjosa por dentro, con mucho queso, un toque de ajo y chorreando aceite.
Sé que estoy en casa porque en mi Pilar natal no puedo ir casi a ningún lugar sin encontrarme con alguien conocido. No soy de los que tiene la necesidad de que eso suceda, aunque no deja de llamarme la atención el fenómeno. Sin embargo, si bien en los últimos años estuve bastante alejado de «mi pueblo», no creo que haya cambiado tanto (lo digo por Pilar eh, yo sí cambié bastante).
Sé que estoy en casa porque me muevo de acá para allá en tren y, al menos por el momento, sigue costando demasiado barato. Por cierto, ¿ya te conté que amo viajar en tren?
¿Cómo me siento?
¿Sabés qué? Venimos de un viaje de 230 días y estoy en casa pero no estoy sintiendo eso que llaman depresión post-viaje, aunque debo confesarte que sí estoy un poco perdido: no me acuerdo qué colectivo me lleva de un lado a otro en Capital o qué calle está en qué barrio o cuál es paralela a cual. Pero con lo que más me siento perdido es con los precios, porque la inflación sigue siendo un gran problema para los argentinos. Las únicas cosas que no noté que subieran mucho son los transportes públicos, ¡y el vino! ¡No puedo creer que todavía se consigan vinos bastante buenos entre $50 y $100 (algo así como entre 3 y 6 dólares)!
La verdad es que no estoy triste de que un nuevo viaje se haya terminado. Probablemente sea porque en realidad lo que se concluyó es una etapa: estamos en una escala tal vez un poco larga – de casi dos meses – pero el viaje no ha terminado, sino que la siguiente etapa comienza el próximo 28 de enero, fecha en que volaremos de Buenos Aires a Lima, haciendo una escala en São Paulo.
Lo anterior significa que estamos acá, disfrutando de lo nuestro y los nuestros, pero el hecho de que es más el final de una etapa que de un viaje nos permite tomarlo de otra manera, disfrutarlo a pleno, exprimiendo el tiempo para juntarnos con todos nuestros afectos y de hacer todos esos trámites, compras y ventas que detectamos como prioritarios para…
Lo que se viene
Como ya te contamos, nos esperan primero que nada el resto de los países de Sudamérica que nos faltan pisar: Perú (país al que yo fui pero Mariel aún no), Ecuador, Colombia, ¿Venezuela?, Guyana, Surinam y Guyana Francesa. Europa está latiendo dentro nuestro y particularmente yo tengo muchísimas ganas de visitar a mi familia en España, pero hay algunas cartas que quieren llevarnos de escala por Centroamérica antes. Sólo el tiempo dirá a dónde iremos luego pero, ¿sabés qué? Mejor es no saberlo. Ahora, vamos por la segunda etapa de nuestra vuelta a Sudamérica y eso ya tiene fecha de inicio, aunque no de final. El resto, no tiene que ocupar nuestras mentes hoy.
Como ya te conté, el equilibrio entre viajes y trabajo es una realidad en nuestras vidas y por eso por los próximos años sentimos que no vamos a parar de viajar, más que para visitas breves a nuestro país y nuestros afectos.
Para lo que se viene, queremos poder compartirte acerca de lo que vayamos viviendo semana a semana y hay posibilidades de que estemos un poco más volcados a mostrártelo complementariamente a través de videos. También se viene un nuevo diseño del blog con varios cambios así que te pido que nos sigas acompañando que, como se dice, lo mejor está por venir 😉