En esta entrada relato la visita que hice con mi familia materna al pueblo donde nació mi abuelo en Almarza, Soria. Fue como parte de un viaje de un mes a España que hice en el 2003/4 y podría decirse que fue mi primer «Gran Viaje»; por eso lo elegí para que se convierta en la entrada número 50 del blog.

Mi motivación al escribir esta entrada

Podrán preguntarse qué me llevó a escribir sobre algo que pasó hace diez años, ¿no?

Creo que a muchas personas sencillamente no les interesa indagar en sus antepasados, decir árbol genealógico no les mueve ni un pelo y está muy bien, pero yo no soy de esas personas: el buscar (y eventualmente encontrar) mis raíces me moviliza muchísimo porque me ayuda a entender quién soy, por qué fui criado así, por qué nací dónde nací y lo mismo se puede extender a mis padres, abuelos… cada respuesta abre un mundo nuevo de preguntas pero, a su vez, también me ayuda a entender muchas cosas.

Es muy difícil, les diría que casi imposible, comenzar ese camino y llegar a un punto donde uno pueda decir «ya está, encontré mi primer antepasado», lo que planteo suena hasta ridículo. Y es que por más que hagamos un gran trabajo en esa búsqueda, siempre llegaremos a un punto donde no podamos avanzar más por diversas causas, pero ese ejercicio me encanta.

Eso sí, no les voy a mentir, no vayan a pensar que hice grandes trabajos de investigación para indagar acerca de mis antepasados, ya sea por el lado paterno o materno; lo que sí hice es aprovechar cada ocasión que la vida me dio para reflexionar, preguntar y así aprender acerca de mi familia y tratar de reconstruir el camino que conduce al presente.

¿Cómo llegó mi rama materna desde España?

Alrededor de 1930, mi abuelo Heraclio vino desde la «madre patria» en barco dejando allí a su familia, amigos, gran parte de sus pertenencias y mucho más, para volver a empezar su vida del otro lado del charco.

Él tenía 7 hermanos y vino a Argentina con dos de ellos: Julián y Eugenio. Por muchos años, mi abuelo perdió contacto con su familia en España, para luego retomar contacto por correo postal, posteriormente por teléfono y finalmente Emilio, uno de sus hermanos, tomó la iniciativa de venir a Argentina y acercar así las aguas. Heraclio haría luego varias visitas a España y otros de sus hermanos y parte de su descendencia, también nos visitarían en Argentina con posterioridad.

Volviendo a la cuestión de los orígenes, mi abuelo conoció a la que luego fue su esposa y madre de sus hijos (y mi abuela) mientras trabajaba en la provincia de Santa Fe y allí trajeron al mundo a mis tíos, posteriormente mi madre nació en la ciudad de Pilar, donde me crié y viví gran parte de mi vida.

Sin el interés de abundar mucho más en detalles familiares, les cuento que la descendencia de Julián y Eugenio también vive en Argentina, en la provincia de Buenos Aires y que mantenemos el contacto con ellos, además de vernos con cierta frecuencia, aunque no tanta como quisiéramos, porque no estamos tan cerca.

Internet reemplaza a otros medios de comunicación

El contacto que mi abuelo había mantenido a través del correo postal y el teléfono, además de con sus viajes, a nosotros nos fue más fácil de llevar a cabo en la era de la Internet: comenzamos a comunicarnos por mail y chat y, cuando para muchos era una novedad, la distancia nos llevó a conocer y usar las videoconferencias (puntualmente Skype).

La tecnología nos permitió estar más cerca, conocernos más y mejor y hacer viable una comunicación que con otras alternativas era mucho más costosa, además de que ninguna otra que conociéramos nos permitía vernos en vivo y en directo. Hoy es algo muy común pero créanme que hace algunos años y aquí en Argentina donde la tecnología siempre tarda en llegar, era algo apasionante.

Como una persona que se gana la vida con la tecnología, debo decir en su defensa (porque hoy en día se la critica mucho) que lo que con ésta podemos crear son herramientas y, como toda herramienta, los resultados obtenidos dependen mucho de quien la use y cómo. Así, podemos decir de Internet que aísla a las personas si se usa para establecer vínculos en las redes sociales que no trascienden la barrera del mundo virtual, pero les puedo asegurar que si se usa de otra manera, la tecnología también permite acercar a la gente en tiempos donde las distancias que nos separan cada vez son más grandes.

Ahora sí, viajemos a España

Bueno mis queridos lectores, creo que ya tienen un pantallazo para que pueda contarles ahora una parte importante de este viaje. Es probable que luego de ésta, surjan algunas otras entradas sobre mi hasta ahora única experiencia cruzando el charco.

Fuimos a España con mi mamá, su esposo Hugo y mi tío José Luis (hermano de mamá y también hijo de Heraclio) a fines de Diciembre de 2003 y protagonizamos juntos un viaje de un mes que concluyó en Enero de 2014. Pasamos allí navidad y año nuevo, habiendo sido mis primeras fiestas con frío y nieve.

Breve introducción a la división político-territorial española

En esto tampoco quiero abundar mucho, pero quiero contarles que el país que conocemos como España está conformado por 17 comunidades autónomas y muchas de ellas llevan hace años una lucha por su independencia. Cataluña es una de esas comunidades y mi familia vive allí, en la ciudad de Barcelona más específicamente.

Estas comunidades autónomas tienen sus propios órganos de gobierno e instituciones representativas. Muchas de ellas tienen además su propio idioma, como es el caso de Cataluña, comunidad en donde se mantiene vivo el idioma catalán hace muchísimos años.

España tiene además dos ciudades autónomas que son Ceuta y Melilla.

Hacia la comuna de Castilla y León

Debo confesar que tengo debilidad por los carteles…

Este viaje al pasado comenzó en Enero de 2004 como parte de un viaje más grande y uno de sus puntos fuertes fue la visita a Almarza, el pueblo donde nació y se crió mi abuelo Heraclio con algunos de sus hermanos.

Almarza forma parte de Soria, que a su vez es parte de la comuna de Castilla y León que queda a casi 500 kms. de Barcelona, nuestro punto de partida. Es una distancia que, para nosotros los argentinos es pequeña, pero para los españoles no tanto. Es interesante cómo el uso de las palabras «lejos» o «cerca» cambia de un lugar a otro del mundo, a fin de cuentas creo que todo depende del cristal con que se mire… 

Así que allí iba la caravana:

Una generación se había juntado para la ocasión: mi madre, su hermano y los hijos de los hermanos de mi abuelo (digamos que sus primos). Acompañábamos también algunos de sus hijos como mi prima Miriam o yo y no faltaban parejas y amigos tampoco. Acá está toda la comitiva en los Arcos de Duero, una región caracterizada por sus vinos:

 

Hablando de vinos, debo contarles que en ese viaje fue que mi paladar que apenas venía amigándose con el sabor del vino tinto maduró de golpe: cada almuerzo y cada cena eran buenas excusas para homenajearnos y compartir con nosotros esas botellas que habían sido guardadas para ocasiones especiales y cuyas propiedades el tiempo había potenciado; los platos más deliciosos de la gastronomía española luchaban con esos vinos por el protagonismo en las ocasiones de celebración, que eran diarias durante el mes que duró el viaje.

Conociendo Soria

En esa época todavía no documentaba mis viajes con un diario o algo por el estilo, aunque sí había despertado ya mi interés por la fotografía, por lo que me jugaba con instantáneas como estas:

 

 

Lejos está la calidad de esa cámara de la que uso hoy y mi ojo para las fotos estaba mucho menos entrenado, pero creo que son bonitas y quería compartirlas.

En esos días conocimos lugares bellísimos como la zona del Duero de la que compartí la foto más arriba, la Ermita de San Saturio o la Iglesia de Santo Domingo y nos dimos el gusto de encontrar una plaza que llevaba nuestro apellido, en honor a alguno de nuestros antepasados:

 

Al no llevar un registro de los lugares visitados y lo que cada uno de éstos me transmitía, voy a omitir esas descripciones, pero lo que viene a continuación me quedó marcado de por vida y lo puedo revivir una y mil veces y en cada una de esas oportunidades creo que se me va a seguir poniendo la piel de gallina y llorosos los ojos.

Y llegamos a Almarza…

Llegar a este pueblo era como viajar al pasado: al 2010 no llegaba a los 700 habitantes y dudo que hoy sean muchos más. La tranquilidad invadía el lugar y la mayoría de la gente que nos cruzábamos era de avanzada edad, claramente la gente joven fue creciendo y buscando otros rumbos; esta dinámica es bastante habitual en los tiempos que corren.

En el bar local, pude presenciar por primera vez una partida de mus, un juego de cartas al que se le atribuye ser el «padre» del famoso Truco Argentino, en ambos no sólo el azar forma parte del juego, sino que son un plus el ingenio y la viveza, manifestados habitualmente a través de «mentir» para poder sumar puntos aún cuando la suerte no vino de la mano con las cartas recibidas.

Allí, uno de los lugareños aseguraba haber conocido a mi abuelo y sus hermanos y nos quedamos un buen rato escuchando sus historias; quisiera haber tomado nota de sus relatos, pero no fue el caso. Tal vez en alguna futura entrada pueda profundizar un poco más en todo esto reconstruyendo esos relatos con mi familia, pero no por el momento.

Como se los había anticipado, uno de los grandes objetivos de esta aventura era llegar a la casa donde mi abuelo y algunos de sus hermanos habían comenzado sus vidas. Teníamos el dato de que la misma se encontraba en un buen estado de conservación y con pocos cambios desde ese entonces. Y así fue.

Además, encontramos una piedra en donde uno de mis tíos-abuelos había dejado su marca hace casi 100 años. Sin lugar a dudas, es algo que nunca olvidaremos:

 

En el lugar quedamos paralizados, el tiempo se detuvo, no nos salían las palabras: era en vano querer ponerle adjetivos a lo que sentíamos y me sucede algo similar hoy al contárselo a ustedes. Fue uno de esos momentos que quedan marcados en la vida de una persona y que no importa cuanto tiempo pase, siempre va a estar ahí presente como si hubiera sido hace un instante. 


Acabas de leer el post número 50 de mi blog, ¡espero que te haya gustado! Espero también tu comentario: que me cuentes si te gustó o no, si también pudiste reconstruir en un viaje parte de tu historia familiar o lo que quieras compartir. ¡Gracias por leer!