Reflexión acerca de mucho de lo que soy: haciendo foco en que soy, entre otras cosas, un viajero, analizo también mis «otros yo».

Cada faceta que tenemos lleva a distintos vínculos

A través de las múltiples actividades y ámbitos que me desempeño, me pasa que en muchos lugares, aún en una ciudad tan grande como Buenos Aires, me encuentro gente conocida todo el tiempo. Soy muy inquieto y todo aquello que llama mi atención es motivo para acercarme, preguntar y en los casos en que siento que quiero y puedo formar parte, no dudo en participar si está dentro de mis posibilidades.

Por mi curiosidad y mis ganas de aprender y de involucrarme, he conocido muchas personas gracias a mi pertenencia al «mundo» de sistemas, conocí a cientos a lo largo de mis viajes y a otros bloggers gracias a este espacio, conocí a voluntarios llenos de luz gracias a mi participación en distintas ONGs, conocí también jóvenes motivadísimos en el mundo de los emprendimientos o a profesionales con mucha vocación en el ámbito de la educación (primario, secundario, universitario e institutos privados, además de en escuelas alternativas), sólo por mencionar algunos ejemplos.

Me he dado cuenta de que el mundo es más pequeño de lo que parece y que cuando las redes que uno genera se empiezan a ampliar, es frecuente ver que uno tiene mucha más gente conocida de lo que cree.

¿Quién soy?

¿Qué pregunta, no? No sé si a ustedes les pasa, pero a mí me es muy difícil «etiquetarme»: cuando empiezo a participar de un nuevo espacio y me toca presentarme, se me hace muy difícil, aunque dicha presentación termina siendo acotada al contexto, a una determinada faceta de uno mismo.

A mediados de 2012, cuando luego de varios años de mucho sacrificio me recibí de ingeniero en sistemas en la UTN, una excelente universidad argentina, era muy habitual que las personas con las que me reencontraba se refieran a mí como «el ingeniero». Es que está estimado que sólo el 5% de los ingresantes obtienen su título de grado en dicha universidad y el hallarse en esa minoría era algo así como fruto de admiración. Lamentablemente, muchas personas creen que un título las vuelve más importantes o más valiosas que otras. Nunca lo sentí así y, aunque estaba muy contento por el logro, no me sentía tan distinto por «ser ingeniero».

Pero el título de grado que alcancé o la profesión a la que actualmente dedico una buena parte de mi tiempo – esto es, la Consultoría en Sistemas, o más precisamente en Gestión de Procesos de Negocio o BPM, para los colegas que estén leyendo – no conforman todo lo que yo soy, sino que son sólo algunas de mis facetas. También soy ciclista, soy profesor, soy voluntario, soy yogui (practicante de yoga) y soy viajero. 

Soy Viajero

Estos distintos Marianos que habitan en mí, creo que todos hacen a quien soy. Creo también que algunas de estas caras toman preponderancia en distintos momentos de mi vida, algunas surgen para quedarse y otras para formar parte de una etapa y archivarse, quién sabe hasta cuando.

Pero al volver de mi último viaje me quedó muy en claro que, hoy soy viajero. Es difícil ignorarlo o negarlo, si al viajar a cada paso me sentí más y más decidido y más y más pleno; cada lugar que conocí, cada nuevo vínculo que el camino me dio llenó más mi ser de alegría; cada nueva comida que descubrí, cada palabra nueva aprendida me enriquecieron mucho; cada charla con cada persona en el camino me permitió comprender más donde estaba y quién era yo.

A su vez, ya de vuelta, me fui reencontrando en los últimos meses con distintas personas con quienes compartí distintas experiencias en Buenos Aires o en mis viajes y gran parte de ellos me preguntaban: «¿Cómo andás viajero?»

En los distintos ámbitos en que me muevo me ha quedado bastante claro cuál es la faceta que la gente recuerda de mí, la que más destilo, la que más me representa y la que más siento que hoy me caracteriza.

Aún en la ciudad, me estoy juntando frecuentemente con otros viajeros, con gente de distintas partes del mundo y no veo la hora de volver a tener un espacio en el que pueda recibir a viajeros como lo hice en tantas oportunidades en mi añorado departamento del barrio de Villa Crespo, en Buenos Aires, en donde viví hasta antes de mi último viaje. Sobre esto, pueden leer aquí.

Aquí no es donde quiero estar, pero estoy preparando lo que vendrá. Tengo un objetivo, una fecha y varios desafíos por superar antes de que suceda. Mi yo viajero quiere salir a la luz, ya no puedo alojarlo más dentro mío, atrapado en la ciudad; está levantando su pulgar en alto y clama por hacerse uno con el camino y además, no está solo. Pronto le daremos pista, muy pronto…


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