Hoy quiero contarte de uno de esos lugares perdidos en el mapa, a los que es muy difícil llegar y que en general sólo la gente local conoce. Este artículo trata sobre Laguna Cococha, un rincón escondido de Áncash, en la cordillera Huallanca y cerca de la ciudad de Aquia. ¿Me acompañás a recorrerlo? ¡Vamos!
Camino a Aquia con escala en Chiquián
Nilo iba a ser nuestro anfitrión en la pequeña ciudad de Chiquián. A él lo conocí en la charla que di en Lima a mediados de febrero, ya que se acercó a hablar conmigo y Mariel al terminar el evento. Durante mi charla yo había mencionado al pasar que íbamos para Áncash y él nos contó que un par de semanas después iba a ir con otros guías a hacer un recorrido por una zona no difundida turísticamente. Quería invitarnos para que conozcamos y lo ayudemos a difundir. Sonaba definitivamente como un gran plan.
Nilo vive en Lima, pero en Chiquián tiene un lodge, que sería algo así como un refugio de montaña, cálido y espacioso que nos sirvió como base de operaciones. Así es que caímos un viernes bien temprano allá por el pueblo, donde él ofició de anfitrión, tomamos un buen desayuno, nos preparamos y dejando una parte de nuestro equipaje en el lodge, partimos en un breve recorrido hacia Aquia, pueblo que fue el punto de partida de una travesía de dos días en la montaña, con la Laguna Cococha como excusa principal. Paisajes como este nos acompañaron en esos 45 minutos de viaje:
Una breve escala en Aquia
Así que una vez en este pueblo, un poco más pequeño que Chiquián, nos fuimos también a la plaza de armas sin mucha dificultad y nos relajamos un poco en los banquitos, esperando que pase un aguacero que parecía que no nos quería dejar ir, pero que finalmente cedió al ruego de los montañistas.
Nuestros acompañantes hace muchos años que no visitaban Aquia y se sorprendieron al verla radiante. Decían que estaba tan pintoresca y tranquila como siempre, pero con algunos toques recientes que si bien le daban un aspecto renovado, mantenían su estética y riqueza cultural intactas. Su iglesia es de lo que más me sorprendió del pueblo: la noté simple y austera, pero colorida y alegre a la vez, mirá:
¡Y nos fuimos a Laguna Cococha!
La lluvia pasó, el sol salió y era ya la hora de partir. En adelante, todo el camino seguiría a pie: serían entre 4 y 5 horas de caminata hasta la laguna, subiendo entre los 3200 y los 4200 metros de altura, con temperaturas por la noche que bajarían hasta los 0ºC o un poco menos. El plan era acampar en la zona aledaña a la laguna, a más de 4000 msnm. No había dudas de que estaría bastante «fresco» allí por la noche, por decirlo de una manera sutil, como quien quiere restarle importancia psicológicamente a la cosa.
Como podés ver en la foto, al comienzo los senderos no eran tal vez lo «habitual», sino que eran compartidos con gente local, con sus vacas y burros. Es una zona caracterizada por su producción agrícola/ganadera y por sus lácteos, en particular por sus quesos, que son realmente una delicia. Los caminos que transitábamos eran los que ellos usan para desplazarse y no encontramos en ningún momento a ningún otro turista o aventurero como nosotros.
Por cierto, las personas eran por demás amables y, a pesar de que no estaban acostumbrados a ver gente «de afuera», se mostraban muy receptivos, sonrientes y curiosos de nuestra presencia.
La cosa empieza a complicarse
Si bien no parecía ni tampoco nos lo habían presentado como un camino fácil, no nos estaba resultando tan arduo tampoco. Como decimos en Argentina «la veníamos piloteando», pero eso fue sólo al comienzo porque no pasó mucho tiempo hasta que el camino se empezó a poner empinado y la dificultad fue aumentando gradualmente. Por suerte, la belleza del paisaje amortiguaba la exigencia.
No sé si te pasa como a mí, pero cuando estoy en la montaña muchas veces me siento tan pleno que el cansancio me es casi esquivo. Claro, la clave está en tener buen estado físico y en estar bien equipado, especialmente contar con buen calzado. Tampoco te voy a vender que sería tan zen el tema si hiciera semejante travesía con unas zapatillas naúticas o con unas ojotas, ¿no? Pero bueno, creo que captaste la idea. Fijate en el paisaje que nos acompañaba:
Y luego se complicó un poco más
Llegó un punto en el que más que la exigencia física de la caminata en sí fue la altura la que nos empezaba a tumbar. Te soy sincero: he hecho distintos recorridos, caminatas y ascensos a cerros y miradores en el altiplano en varias ocasiones, tanto en Copacabana y La Paz en Bolivia, como en Puno del lado peruano, sólo por mencionar algunos. En todos esos casos, no usé té de coca, ni Sorojchi pills ni nada que se le asemeje y no tuve ningún tipo de malestar, pero cuando camino a Cococha ya estábamos por arriba de los 3500 metros y la subida seguía pronunciada, la cabeza nos empezó a retumbar como un tambor, el corazón se agitaba muchísimo y el cuerpo ya no nos respondía igual.
Antes de hacer esta travesía, habíamos pasado varios días en Huaraz, una ciudad que está casi a 3000 msnm, caminando bastante por la ciudad, comiendo liviano e hidratándonos bien como siempre, aclimatándonos digamos. Aún así, lo que nos dijeron los guías es que por la exigencia de este trekking, tal vez debimos hacer días antes algún sendero más liviano en la montaña para aclimatarnos un poco mejor. Sucedía que también estábamos llevando mochilas relativamente livianas, pero igual deben haber pesado unos 8 kgs. cada una, entre ropa, comida, colchonetas inflables y bolsa de dormir (prestada esta última) y todo eso, en ascenso y a esa altura, pesaba el triple.
Si, al igual que nosotros, necesitás un lugar para alojarte en Huaraz para hacer base mientras recorrés la región, una gran alternativa con ambiente familiar, con excelente asesoramiento sobre trekking y lugares para recorrer en Áncash y una muy buena atención, te recomendamos La Casa de Maruja, donde nos recibieron unos días para que luego te lo contemos acá en el blog.
Con un poco de ayuda superamos el desafío
Como la mano venía difícil, Nilo y Ronnie (otro de los guías) nos prestaron sus bastones de trekking y eso nos ayudó a no sobrecargar tanto nuestras piernas, descargando parte del peso en los brazos. A su vez, Luis (otro guía) nos prestó Vick Vaporub, que pusimos bajo nuestras nasales y nos ayudó a respirar mejor en el ascenso, ya que uno tiende a respirar mal cuando está haciendo un esfuerzo físico importante.
Con esas ayuditas y luego de casi 5 horas de caminata, un poco antes de llegar a la laguna, vimos que el cielo se estaba poniendo de un gris amenazante:
Y a pesar de que el plan inicial era acampar en Laguna Cococha, decidimos buscar un lugar para hacerlo en la cercanía de este curso de agua de deshielo. Evidentemente, agua para beber y para cocinar no nos iba a faltar y no nos pareció buena idea seguir camino, ya que lo que faltaba ascender, con lluvia y cargados podía ocasionar que alguno se lesionara y era lo último que queríamos a tantas horas a pie del pueblo más cercano. Así fue que acampamos:
Y dicho y hecho, mientras armábamos las carpas ya estaba lloviznando y ni bien terminamos de armarlas y nos metimos dentro, el cielo comenzó a caerse a pedazos y por casi tres horas no paró ni un minuto. Acampar ahí mismo y en ese momento había sido en efecto una gran decisión.
A comer algo y a descansar
Cuando aflojó un poco la lluvia (aunque parar, lo que se dice parar, nunca lo hizo), salimos a conversar un rato y a ayudar a preparar algo para comer, que después de semejante caminata hambre era lo que sobraba. Tuvimos como una merienda y a la hora una cena. No te imagines un gran banquete, pero dadas las circunstancias, a más de 4000 metros de altura, era en cierta forma un lujo: panes con mermelada y palta, sopa de verduras (con verduras en serio eh, no de las sopas instantáneas), atún, fideos con salsa, algunas galletas, nada mal realmente.
Después de esa comilona, como se dice, «panza llena, corazón contento», nos fuimos a acostar felices. Eso sí, a esa altura de noche hizo bastante frío, pero pudimos dormir dentro de todo bien. Necesitábamos descansar porque al otro día nos esperaba el plato fuerte de la travesía.
Vamos, que Laguna Cococha nos espera
Luego del merecido descanso, al día siguiente nos levantamos para tomar un buen desayuno, dejamos una buena parte de nuestra carga en el campamento y fuimos mucho más livianos a conocer la famosa laguna. El ascenso fue duro, empinado, exigente y con un poco de llovizna, que no ayudaba a la causa. De todos modos, ya más livianos y bien descansados, era algo llevadero.
Luego de subir por poco más de una hora, nos encontramos con este paisaje:
No te voy a decir que no era un panorama bien bonito, pero no parecía que podría ser la tan anhelada Cococha. En efecto, no lo era, porque para llegar nos faltó casi una hora más, de unos cuantos metros adicionales en subida y de distintas vueltas y contravueltas. Es sin dudas un camino extremadamente difícil para hacer por cuenta propia, ya que la señalización es nula (porque como te conté, no está explotado turísticamente) y es muy fácil perderse.
Y el tan ansiado momento llegó
Así es, parecía que no llegábamos más y por instantes la mente y el cuerpo parecían no querer dejarnos completar la odisea, pero luego de un esfuerzo sobrehumano para nosotros, con mucha alegría nos dimos cuenta de que lo habíamos logrado. Como verás, al llegar a ese paraíso es fácil sentir que todo valió la pena.
Disfrutando el presente
Lógicamente, la idea no era hacer un «toco y me voy», sino poder quedarnos un rato para conectarnos con el lugar, descansar, meditar, sintiendo la naturaleza tan pura y tan virgen en ese rinconcito del planeta. Éramos los únicos ahí, todo era para nosotros.
Miramos el hipnótico efecto espejo en la laguna, las cumbres nevadas que nos custodiaban a lo lejos, las aves como únicos testigos de nuestra presencia desde el aire, los árboles de unos naranjas y marrones caprichosos para el ojo humano, el césped de un color indefinido entre verde y amarillo bien brillante. Todo era perfecto, nada faltaba y nada sobraba, el pincel de la madre naturaleza no da lugar a correcciones, simplemente es.
La vuelta
Luego de la contemplación, era la hora de volver. En este caso, la vuelta implicaba un descenso y si bien exige menos físicamente que la subida, requiere un grado de atención importantísimo, porque de hecho gran parte de las lesiones en la montaña ocurren bajando y no subiendo. Uno tiende a apurarse porque es más «fácil», baja la guardia o se distrae y ahí vienen los problemas.
De hecho, una de las guías que venía con nosotros tuvo una lesión en la rodilla durante la bajada, pero por suerte eso no le impidió llegar a destino, aunque tuvo que bajar bastante la velocidad y aumentar un poco las precauciones. Todos llegamos sanos y salvos a destino. Más no podíamos pedir. Nos encontrábamos cansados, pero plenos.
Has llegado al final de este recorrido por la Laguna Cococha. Si te gustó lo que leíste y te gustaría hacer el mismo recorrido, tendrías que contactar a Nilo a través de su sitio Fit For Travel Perú. Él es un gran conocedor de la zona y un excelente guía y anfitrión. Además de pasar una noche en la montaña, podrías pasar algunos días más en su lodge de Chiquián para hacer otros recorridos en la zona.
Finalmente te pido que si te gustó este artículo me ayudes a difundirlo y si tenés alguna pregunta o querés dejar algún aporte, no dejes de usar los comentarios, un poquito más abajo. ¡Gracias!