Hace unos meses me animé a escribirle una carta a una ciudad que se dio en llamar Carta Abierta a Buenos Aires, esta vez le tocó a la provincia de mis amores y se llama Carta a San Luis.


 

Mi querida San Luis,

Te extrañaba mucho, ¿sabés? No podés imaginarte las ganas que tenía de volver a verte. Cuando el destino no quiso que vayamos a Entre Ríos, yo le dije a Mariel: “¡Vamos a ver a mi querida San Luis!”.

Tenía tanto para decirte y ahora que estoy acá te lo puedo decir personalmente:

Volver a verte es recordar mi primer viaje sólo, o al menos el primero en donde no iba a encontrarme con familia o amigos en el destino.

Volver a verte es recordar la primera vez que caminé varias horas al costado de la ruta sin destino fijo hasta que me di cuenta que se me venía encima la noche e hice dedo por primera vez.

Volver a verte es contagiarse de esa tranquilidad que irradiás.

Volver a verte es mimetizarse con tu siesta religiosa y tu andar relajado.

Volver a verte es recordar la hospitalidad y amabilidad de los tuyos.

Volver a verte es saber que naturaleza y tecnología pueden estar juntos.

Volver a verte es sentir que hay un lugar en el mundo en donde querría plantar raíces, no tan lejos de mi familia y amigos más queridos. Eso sí, faltan bastantes kilómetros por recorrer antes de querer hacerlo, pero siento que donde vos estás San Luis es donde yo quiero estar.

¡Ay San Luis, me hacías tanta falta! Dejame que te proponga algo: ¿Qué te parece si cuando vuelvo de este viaje nos casamos? ¡Epa! ¡Pregunta fuerte te tiré eh! Igual no hace falta que me contestes ahora, después de todo no sé cuánto va a durar este viaje, ¡pero pensalo y hablamos a la vuelta eh!

Sé que vas a cambiar en este tiempo, porque el mundo y cada átomo que lo conforma está en cambio constante,  pero te pido por favor que conserves tu esencia, que a la vuelta voy a tratar de volver a encontrarla.

Esperame San Luis, no te pierdas.
Hasta pronto,

Mariano.