Este es el relato de nuestra llegada a dedo a Carhué, comenzando un mini-viaje donde nos movimos a dedo por una semana para conocer las Ruinas de Epecuén, a los menonitas de Remecó en Guatraché, La Pampa. También visitamos el Parque Luro, Toay y Santa Rosa, siempre a través de su gente.

A dedo a Carhué, más rápido que en colectivo

El dedo nos ofrece un medio de transporte económico, que nos permite conocer gente, muchas veces del lugar o que lo frecuenta. La predisposición a conversar está prácticamente garantizada, ya que quien para a levantar a un autostopista (o “dedero” como me gusta llamarme) busca casi siempre compañía, a veces apoyo psicológico o en la minoría de los casos sólo dar una mano aunque no hay predisposición para charlar. En varias oportunidades aprendimos mucho del lugar en que nos encontrábamos a través de la gente que nos levantó haciendo dedo y a través de esa información hemos modificado nuestro itinerario, cambiándolo por completo o refinándolo un poco. Si les interesan consejos para hacer dedo, no duden en darse una vuelta por aquí. La aventura comenzó entonces cuando apuntamos con nuestro dedo a Carhué, ciudad del partido de Adolfo Alsina a unos 10 kilómetros de Villa Epecuén y a casi 600 de Buenos Aires. Allí pudimos contactar (anticipadamente) a Christian de CouchSurfing que nos estaría recibiendo en su casa.

En tren de Buenos Aires a Cañuelas (65 kms.)

Pero antes de hacer dedo, el primer desafío para estos dos jóvenes mochileros era salir de la gran ciudad. Para esto, tomamos el tren eléctrico a las 7:45 en Constitución dirección Ezeiza, llegando a destino a las 8:30. Allí transbordamos de tren dirección Cañuelas a las 8:36 y llegamos a las 9:30, sin ningún tipo de inconveniente ni contratiempo. Cañuelas tenía ese encanto de la ciudad chica o pueblo grande, como  quieran llamarle y llegar allí, a 65 kms. de la gran ciudad, nos costó menos de $4. La recorrimos caminando muy tranquilos pero con nuestro foco en llegar a la ruta 205, donde empezaríamos a hacer dedo en dirección a nuestro primer destino de este mini-viaje: Carhué.

Ya estamos en Cañuelas pero… ¿A dónde apuntamos?

Así fue que nos posicionamos en las afueras de la ciudad y armamos nuestro cartel que decía “Carhué”. Habían pasado unos quince minutos y nos estábamos cuestionando si no sería mejor apuntar primero a algún destino intermedio. Acto seguido, abro mi mapa rutero y veo a mitad de camino la ciudad de Bolívar, propongo apuntar allí, hay aprobación por unanimidad por parte del comité – con esto quiero decir que mi novia Mariel estaba de acuerdo – y a los quince minutos nos levanta Inés que iba casualmente a Bolívar a visitar a su familia. Habíamos tomado una buena decisión y arranca así el primer tramo a dedo.

¿Serán oportunidades dedísticas?

Primer tramo a dedo: De Cañuelas a Bolívar (300 kms.)

Con Inés compartimos mates y charlas: se declara fanática de Sabina y nos cuenta que tuvo la oportunidad de visitar España en un par de oportunidades con la principal excusa de ver algún concierto del cantautor madrileño. También nos cuenta que ya tienen algo de confianza, que él la llama “Inesita” y que su sueño es que Sabina se acerque a la quinta de sus padres a comer un asado. Le pedimos que si logra invitarlo y acepta, que por favor nos avise así nos acercamos 🙂 Es inevitable luego rememorar mi visita a España con familia que hice en el año 2003 y Mariel recuerda inmediatamente su visita a Inglaterra de hace tres años, nuestros únicos “cruces del charco” hasta el día de la fecha. El viaje pasa volando y nos dejan en Bolívar en una estación de servicio abandonada a pocos metros del cruce con la ruta 226.

Segundo tramo: De Bolívar a Guaminí (alrededor de 124 kms.)

Elegimos el lugar mencionado y que ven en la foto (ya en ruta provincial 65, continuación de la 205) porque los conductores venían a una velocidad moderada desde el cruce y tenían una dársena para parar si deseaban hacerlo. No pasan 20 minutos cuando Saulo para con un camión de combustible (el primero de nuestro historial haciendo dedo); como se podrán imaginar, lograr la detención total de semejante vehículo se concreta unos 50 metros más adelante, nos acercamos y nos ofrecen alcanzarnos hasta Guaminí, 124 kms. después. Saulo es de San Luis y nos cuenta que su camión está en el taller, por lo que el que usa para levantarnos es prestado y como debe encontrarse con el dueño, nos deja en una balanza pública algunos kilómetros antes de Guaminí, para evitar que eventualmente pueda manifestarse en disconformidad con nuestra presencia en su camión.

Tercer tramo: De algún lugar de Guaminí al cruce de Rutas 33 y 60 (unos 40 kms.)

En la balanza, me aproximo a Alejandro, quien iba para Bahía Blanca y podía dejarnos en el cruce de El Espartillar, en Ruta 33 y 60, ya a poco más de 30 kilómetros de nuestro destino. Conversamos mucho con él: nos cuenta de una infancia muy complicada en la que debe trabajar desde muy pequeño, siendo uno de los mayores de 9 hermanos. Hoy tiene su propio camión y con éste puede ganarse el sustento para él y la familia, además de llevar adelante su pasión por el ciclismo, solventando también los gastos para su hermano y sobrino en la disciplina. Nos cuenta que tienen más de $150.000 en distintas bicicletas profesionales. Con él nos enteramos de que en el Tour de France – la competencia ciclística más importante a nivel mundial – se alcanzan velocidades superiores a los 100 km/h y que hay varias muertes al año por accidentes; a nivel nacional, él mismo ha alcanzado velocidades de unos 67 km/h y nos comenta la importancia del vehículo de dos ruedas utilizado para lograr estos hitos.

Cuarto Tramo: Del cruce de Rutas 33 y 60 hasta Carhué (35 kms. finales)

Llegamos a un ritmo muy tranquilo – podría decirse lento pero seguro a unos 60 km/h – al denominado cruce de El Espartillar. Allí, Mariel andaba con ganas de acudir a un baño y le sugiero acercarse a una casa a metros del cruce, donde la reciben muy amablemente y hasta le ofrecen ayuda en lo que necesite por si no conseguíamos que nos levanten a dedo para ir a Carhué.

A los pocos minutos de tomada nuestra posición, se detienen Sofía, Valentín y su madre y nos ofrecen alcanzarnos hasta Carhué, por lo que compartimos el asiento trasero con el más joven de la familia, Valentín. Esta familia se estaba quedando en Carhué en casa de unos parientes y habían decidido ir para el lado de Sierras de la Ventana por el día, levantándonos a la vuelta de dicha visita. Llegamos a Carhué a eso de las 17,30. Ni las predicciones más optimistas podrían haber anticipado una experiencia tan redonda: conociendo gente, bastante rápido, divirtiéndonos con la incertidumbre y sin gastar un peso. A través de cada una de las personas que nos levantaron conocimos más historias de vida y más sobre cada uno de los lugares por los que pasamos.


Les cuento que desde Carhué visitamos las Ruinas de Villa Epecuén y el relato ya está listo para que lo visites aquí. Eso sí, te invito a dejar tu comentario en este post si tenés alguna consulta, algo que contar o simplemente querés dejar un saludo y comentar qué te pareció 🙂