En esta entrada, les cuento acerca de mi paseo por Colonia de Sacramento durante mi paso de ocho días por la costa uruguaya en Septiembre de 2012.

Comenzando el viaje un fin de semana largo

Allá por los inicios de la primavera de 2012, un cambio de trabajo fue la excusa perfecta para tomarme unos días en Uruguay: fue un breve viaje que comenzó oficialmente cuando tomé un barco en el puerto de Buenos Aires y crucé al país hermano para recorrer sus costas durante poco más de una semana.

Si bien mi viaje no era en sí de fin de semana largo, porque duraría más que eso, sí comenzó durante uno de éstos, por lo que había en la terminal portuaria porteña una importante cantidad de turistas que pasarían sus días de descanso en Uruguay.

Sin embargo, concretamente el único perjuicio por esta afluencia de pasajeros fue que debido a las demoras en migraciones, el barco partió una hora más tarde de lo previsto, nada grave…

Conociendo Colonia y buscando donde dormir (simultáneamente)

Debido al fin de semana largo que mencionaba anteriormente, Colonia se hallaba atestada de turistas (mayormente argentinos) y encontrar un lugar para quedarme resultó una labor más difícil de lo que esperaba. Con la mochila al hombro, busqué alojamiento y visité la ciudad simultáneamente por un par de horas.

Luego de consultar en tres o cuatro oportunidades por disponibilidad en los hostels de la zona (en esa época recién estaba por tener mi primer experiencia con CouchSurfing y aún no viajaba con carpa), ante las numerosas negativas adopté la siguiente pregunta: «Disculpe, ya sé que no tiene lugar… ¿me diría a qué hora puedo pasar a consultar si se le cayó alguna reserva?» En una de esas consultas, aproveché para pedir que me cuiden la mochila un rato y también pedí agua para el mate; estas dos cosas hicieron mucho más llevadero el resto del camino.

Como la lógica indica, minutos después de poder dejar la mochila para caminar más cómodamente por la ciudad, conseguí alojamiento a pocas cuadras del lugar donde me la habían recibido y, también por Ley de Murphy, ese hostel donde había disponibilidad quedaba a unos 50 metros de donde comencé mi búsqueda de un lugar para quedarme. Este tipo de cosas te pueden pasar cuando no te manejás con reservas, dar lugar a la espontaneidad no deja de ser entretenido.

En el Hostel “El Español” – no es mi intención pasar el chivo (o hacer propaganda) pero en esta ocasión me parece que amerita hacerlo – conozco a un español (simpática coincidencia) de nombre Luis y a un francés de nombre Guillaume, con quienes comparto amenos momentos uruguayos.  Luis, de unas cincuenta y tantas primaveras, estaba de viaje hace varios años, llevando una vida nómade auspiciada por algún tipo de pensión en euros que recibía por un accidente laboral que ya no le permitía seguir trabajando y Guillaume era un joven francés recorriendo Uruguay y Argentina, con intenciones de ir desde allí a Marruecos, a probar suerte como DJ.

Por primera vez, escucho hablar del Camino de Santiago

Luis fue el primer viajero que me relató personalmente su experiencia recorriendo El Camino de Santiago, además de que lo había hecho (hasta ese momento) en tres oportunidades. Este camino es una peregrinación con más de 1000 de años de historia, en honor al apóstol Santiago y que si bien tiene distintas variantes en su recorrido, promedia los 1000 kms. y va de Francia a España, concluyendo en Santiago de Compostela. El camino tiene una cierta mística, ya que miles de personas lo recorren cada año, muchos de ellos por motivos religiosos, aunque no faltan quienes lo hacen por algún pedido que elevan a los cielos, agradecimiento y, desde ya, también hay muchos turistas.

Ya son varios los relatos e historias del Camino que vengo acumulando y me convoca mucho la idea de hacerlo. Además, en la última visita de unos tíos españoles que recibimos en Argentina, un tío mío de nombre Domingo, mencionó que ya había recorrido algunos tramos y que disfrutaría mucho compartir algún tramo conmigo. Definitivamente, me dio un motivo más para hacerlo, como si mi curiosidad y el desafío de recorrer más de 1000 kilómetros caminando a través de pueblos y ciudades a lo largo de toda España, en tierras de mis antepasados, no fuera suficiente.

Pero estábamos en Uruguay, no en España

Entre historias y anécdotas, vivencias y experiencias de vida, siempre con los viajes como protagonistas, el tiempo voló con Luis y Guillaume y ya nos había agarrado un poco de hambre. Decidimos hacer una visita a un supermercado local donde compramos para compartir una buena picada compuesta por: fiambres varios, quesos, panes y algunos snacks; para tomar: cerveza, vino tinto y ron (este último por cuenta de los europeos porque a mí no me apetecía con la picada). Para la cena no necesitamos ni siquiera mesa y sillas, ya que con las pocas disponibles en el hostel y todas ocupadas, nos ubicamos en las escaleras, donde nos agasajamos con nuestra cena en el piso.

Luego de saciar el hambre y la sed, dándonos un gusto – o varios, en realidad – , salimos a recorrer la ciudad. Pasada la medianoche, predominaba la gente joven pero no estaba en las calles sino atiborrada en distintos bares que con tan hermosa noche no nos parecía el lugar ideal para disfrutarla. Cambiamos las luces y música de los bares por la luz de la luna y las estrellas. La noche era toda nuestra.

Despidiéndome de Colonia, pedaleando

Al día siguiente, luego de alquilar una bicicleta y de andar por varias horas, recorriendo una buena parte de la ciudad, la Costanera, la Antigua Plaza de Toros, el Hipódromo y otros tantos lugares, llegué a la conclusión de que Colonia de Sacramento es una de las ciudades que más he disfrutado pedaleandoPara ilustrarlo, les dejo dos breves videos:

 

https://www.youtube.com/watch?v=_3Ptku-2QbQ

https://www.youtube.com/watch?v=F75dL6VFKKw

Fue un bello día de primavera, soleado y agradable: la dulce brisa del mar escoltaba mi andar. Recorrí así una buena parte de la ciudad siendo los kilómetros que más disfruté los que pedaleé por la costanera de la ciudad. Fue una inolvidable despedida de Colonia.

En horas del mediodía, devolví mi vehículo de dos ruedas alquilado y me dirigí a la terminal de buses, donde apunté mi radar a Montevideo, la ciudad capital uruguaya y mi siguiente destino del viaje. Pero esto será motivo de una siguiente entrada.


Como siempre, espero que les haya gustado este post y espero también sus comentarios 🙂