En este post les vamos a contar nuestra experiencia como voluntarios en Santiago de Chile para la Fundación Gente de la Calle.
Acerca de «Gente de la Calle»
Es una fundación que surgió en Chile en 1994. Como su nombre lo indica, su foco está en todas esas personas que viven, comen y duermen en la calle, sin tener posibilidades de acceder a una vivienda. La calle es su único lugar en el mundo.
La fundación tiene hoy dos casas de acogida – lugares donde pueden darles techo, comida y compañía a personas que viven en situación de calle –, una queda en el barrio de Recoleta, se llama Casa Central La Vega y cuenta con 44 camas. Además, ahí reparten entre sus huéspedes unas 100 raciones diarias, principalmente almuerzo y once («la once» es una merienda tardía tipo cena muy característica de Chile), tienen baños donde pueden higienizarse y algunos espacios donde realizan talleres, charlas y otras actividades. También tienen una televisión en un lugar central que disfrutan los afortunados huéspedes.
La otra casa de acogida se llama Franklyn y tiene instalaciones similares a la primera, sólo que cuenta con 22 camas.
Desde luego, mantener la casa limpia y ordenada para que sea un lugar donde los «angelitos de la calle» se puedan sentir a gusto lleva bastante trabajo, al igual que cocinar para tantas personas y coordinar distintas tareas, como hacer las compras y hacer llegar las donaciones a las casas de acogida. Todo esto es posible gracias a la labor de los voluntarios, personas que deciden donar su tiempo y a veces inclusive algo material, para hacer que nuestra sociedad sea un poco más justa y equitativa para los menos afortunados.
Nada sería posible sin el trabajo de los voluntarios, así que si sos de Santiago o vas a andar por ahí unos meses y tenés ganas de dar una mano, ya sea con tu trabajo o con alguna donación, por favor comunicate por mail a: voluntarios@gentedelacalle.cl o llamá al +56 2 2777 4575 / +56 2 2404 9795.
¿Por qué ser voluntario?
Antes de contarles de nuestra experiencia como voluntarios en Santiago y con la fundación «Gente de la Calle», creo que estaría bueno que les cuente brevemente cuándo y por qué decidí empezar a hacer voluntariado.
Luego de haber sufrido una pérdida muy importante – ni más ni menos que la de mi viejo – y que me cayera la ficha de eso un tiempo después, decidí poner un freno en el ritmo acelerado en que tenía mi vida, un ritmo no de descontrol, sino más bien de una serie de piruetas para poder trabajar, estudiar y ver a mi familia, amigos y novia de ese momento a la vez. Así fue que paré un poco para reflexionar, hacer introspección y replantearme algunas cosas.
Un poco más tarde y luego de un viaje como mochilero, empecé a conocerme mucho más, a sentirme mejor y en algún momento entendí que, de alguna manera, tenía que quebrar el individualismo para ver que había mucho que podía hacer brindando mi tiempo; que con entrega y altruismo podía conectarme con otros que no tuvieron el apoyo y contención que yo tuve durante mi crianza y por eso y muchos motivos más, no pudieron acceder a mucho de lo que yo sí.
Extendiendo la mano al que más lo necesita empecé a sentirme mucho mejor porque, a fin de cuentas, soy de los que creen que todos estamos conectados y que con muy poco, no sólo en lo material, sino brindando nuestro tiempo – lo más valioso que tenemos – podemos cambiar la vida de alguien, aunque sea un poquito.
Para alguien que vive en la calle, que uno pueda detenerse y charlar un rato con ellos es importantísimo, es un pequeño gesto que a esa persona le cambia el día y le da fuerzas para seguir adelante, porque no es fácil no tener un lugar donde ir a dormir, un plato de comida y un techo calentito o digamos sólo un techo, donde refugiarnos de la lluvia y del frío o inclusive del calor. Desde nuestro confort y en la vorágine en la que vivimos no nos ponemos a pensar en lo afortunados que somos.
Los invito la próxima vez que vean a alguien en la calle, que les brinden un poco de su tiempo, ni siquiera que les den dinero, aunque yo trato de convidarles una barra de cereal o un alfajor, algo rico como un gesto. No pasa por lo material, porque por suerte, la mayoría de las personas que no tienen techo van a poder encontrar la manera de alimentarse; sí, desde luego que si podemos ayudar en eso también, mejor, pero yo creo que es mucho más importante que puedan regalarles algo de su tiempo: una sonrisa, un ratito de conversación, una palabra de aliento, AMOR, en el mejor de los sentidos.
Nuestra experiencia como voluntarios en Santiago de Chile
Cuando por mi trabajo surgió la oportunidad de estar casi tres meses en Santiago de Chile, creímos con Mariel que tendríamos el tiempo suficiente de conocer la ciudad, pero no sólo lo turístico, sino que queríamos dar una mano y ver esa otra cara de la ciudad que la gente ignora u oculta y a nosotros nos parecía importante conocer también.
Así es que nos contactamos con la fundación por correo y Claudio fue quien nos contestó y nos invitó a juntarnos con él en la sede de Recoleta de la fundación (Casa Central La Vega). En ese primer día, la idea era conocernos, así que ayudamos organizando la casa de acogida, ya que un lugar que usaban como depósito lo estaban acondicionando para recibir a más personas. Ese día conversamos mucho mientras ayudábamos a preparar esa habitación para los nuevos huéspedes. Claudio nos contó que quería organizar salidas con voluntarios para recorrer las calles de Santiago en busca de ponerse en contacto con personas que vivan en situación de calle, tratar de escucharlos y ver en qué podíamos serles de ayuda.
La primera salida con la fundación
Esa foto que ven más arriba fue de la primera salida que la fundación hizo con voluntarios y pudimos ser parte de esa hermosa experiencia. En realidad, yo ya había hecho algo similar en Buenos Aires durante un año y medio con Las Manos que Ayudan, así que no era nuevo para mí y pude aportar algunos consejos; pero cada persona es distinta y al ser otro país, también la cultura es distinta y todo tiene una nueva dinámica. Cada experiencia es irreemplazable.
En esta primera oportunidad estuvimos un par de horas en Baquedano, zona central de Santiago, donde siempre se concentran muchas personas y desde donde salen transportes hacia distintas partes de la ciudad. En el edificio de «la telefónica» siempre duermen muchos angelitos de la calle, quienes deben dejar el lugar a primera hora de la mañana, cuando los primeros empleados empiezan su turno laboral. Allí, muchos son ignorados, aunque a veces algún guardia del edificio o algún transeúnte les da un poco de charla o les acerca algo para comer.
En un radio de unos 500 metros a la redonda de lo que se conoce como Baquedano – por cierto, él es un héroe nacional chileno – viven muchas personas refugiadas en monumentos, plazas y edificios. En un par de horas buscamos alcanzarles algo para comer, un poco de café y, por supuesto, nuestra compañía.
Las siguientes salidas
En la segunda salida ya pudimos salir con dos autos, por lo que pudimos transportar mucha más comida y ropa para donar, fuimos para las afueras de Santiago, a ciertas zonas de barrios que mucha gente nos indicaba que era mejor mantenerse alejado: Renca y Maipú, sólo por mencionar algunas de ellas. En las afueras, muchas de las personas que visitamos vivían en zonas alejadas, en casillitas muy básicas que les daban un techito que los resguardaba un poco de viento y agua, pero no mucho más.
Allí nos encontramos con muchas personas más, a las que también pudimos acercarles esta vez un poco de sopa y algo para comer. Además, me había olvidado de contarles que también pudimos acercarles a quienes más lo necesitan algo de ropa, indispensable para pasar el invierno. Ahí en la foto ven a algunos de los afortunados acreedores de la ropa «nueva».
Conclusiones
Esta experiencia de voluntariado ha sido muy enriquecedora: las personas que viven en la calle nos abrieron su corazón y nos contaron sus anécdotas, sus problemas, se emocionaron por ser escuchados y nos sacaron algunas lágrimas también. Nos conectamos con ellos y aprendimos a valorarlos un poco más. Son personas, como vos y como yo, que no tuvieron las mismas oportunidades, no nos olvidemos de eso.
Ellos no están ahí porque quieren o por vagos, como muchos piensan. Cada persona es una historia: algunos están allí por haber tenido problemas con la ley, las drogas o el alcohol, otros están ahí por no querer trabajar o porque sienten libertad en la calle; muchos quieren conseguir trabajo, no pueden y no los ayudan tampoco. Algunos también por distintas circunstancias de la vida tuvieron un buen porvenir y por un mal negocio, por no poder administrar bien su dinero o por haber perdido el trabajo perdieron lo material que tenían y terminaron en la calle porque no han tenido familia o amigos que pudieran rescatarlos de ese inevitable destino.
Imagínense lo difícil que puede ser acceder a una educación que luego les permita trabajar si les tocó nacer y criarse en condiciones de pobreza, ¿podemos echarles la culpa por eso o tendríamos que tratar de ayudarlos en todo lo que podamos?
No ignoremos a quienes no tuvieron las condiciones que muchos tuvimos para crecer, educarnos y desarrollarnos. No les demos la espalda, ellos nos necesitan. Con muy poco podemos cambiarle la vida a alguien.
Ya saben, si andan por Santiago con ganas de ayudar, tienen una excelente opción en «Gente de la Calle», donde pueden colaborar con su tiempo o con donaciones de alimentos o ropa, entre otras cosas. Para más información se pueden contactar por mail a: voluntarios@gentedelacalle.cl o por teléfono al +56 2 2777 4575 / +56 2 2404 9795. Su sitio web es: https://www.gentedelacalle.cl/.
Si no van a andar por Santiago pero leer este post les despertó las ganas de dar una mano, busquen en la ciudad donde estén iniciativas similares porque hay muchas. En Buenos Aires una que conozco desde adentro, que está formada por personas maravillosas y que vale la pena conocer es Manos que Ayudan, cuyo correo es lasmanosqueayudan@gmail.com y su sitio: https://www.lasmanosqueayudan.com.ar/.