¿Por qué La Pampa? ¿Qué hay para ver/hacer ahí?

Abro este relato contestando algunos de los interrogantes que tenían muchas de las personas a las que les compartí la idea de este viaje, ya que puede ser vuestra también…

Érase una vez… eh, no no, no es un cuento tampoco…

Vamos de nuevo: Todo comenzó allá por el año 2012 en un grupo de Facebook que vino a reunir a muchos viajeros con la idea de hacer un viaje por América sin límite de tiempo, donde compartimos notas, videos, temas musicales, todo aquello que brinde información o motive para jugarse por un sueño en general y por este en particular. En este grupo, tuve el enorme placer de conocer a varias personas maravillosas con las que nos fuimos conociendo virtualmente (en realidad a Vanu, de la que pronto hablaremos un poco más, ya la había conocido antes a través de CouchSurfing y nos encontramos, de casualidad, ambos como miembros del mismo grupo) y notamos una bella conexión, que justificaba buscar la manera de conocernos personalmente, y qué mejor manera para unos viajeros que hacerlo en el contexto de un viaje, ¿No les parece?

Así fue que el grupo inicial estaba formado por: Vanesa (Vanu), de Valentín Alsina, una ciudad a unos 15 kms. al sur de la ciudad de Buenos Aires; Santi, de San Luis y Lau, de Rosario; sumado a ellos, quien aquí escribe, radicado en la ciudad de Buenos Aires. La idea de los chicos (de la cual me hicieron partícipe luego) era que el encuentro sea en un punto intermedio y se eligió General Pico, en la provincia de La Pampa, que era un punto geográficamente central triangulando las ubicaciones más o menos en el medio de las ciudades de Rosario, San Luis y Buenos Aires. Como verán en el siguiente esquema:

Se eligió para el viaje el fin de semana largo de Junio (con el 20 y 21 de tal mes como feriados, seguidos por sábado y domingo, 22 y 23 respectivamente), pero finalmente Lau por temas de índole académica no pudo asistir y la reemplazó Marina, también de Valentín Alsina, amiga de Vanu. El equipo quedó conformado entonces de la siguiente manera:

El equipo pampeano: Mari, Santi, Marian y Vanu (en orden de aparición de izquierda a derecha)

Ahora bien, lo anterior indica por qué La Pampa, lo que no responde es qué había para ver y hacer allí. Lo cierto es que elegimos el destino sin interesarnos esa respuesta, ya que queríamos conocernos en el contexto de un viaje, compartir esa experiencia y todos concordamos en la idea de que todo lugar tiene historias que contar, personas que conocer y bellos lugares para recorrer y que está en el viajero descubrirlos. No nos importaba que no hubiera grandes bellezas naturales, monumentos o museos que convoquen multitudes, spas u hoteles de categoría; sólo queríamos un lugar tranquilo, con mucho “verde” donde conocernos y lo encontramos en…

 

Camino a General Pico, comienzan las aventuras pampeanas

El medio de transporte elegido para este viaje fue el auto. Es que teniendo sólo 4 días y casi 600 kms. de distancia hasta General Pico y otros 100 más hasta Santa Rosa, no veíamos otras opciones viables para aprovechar el tiempo: en tren + colectivos demoraríamos demasiado y manejándonos sólo con colectivos se demoraría un poco menos, pero con un costo bastante elevado. Repartiéndonos gastos, el auto terminó siendo una gran opción, pero… ¿Demasiado bacán para 4 mochileros, no? ¿Dónde está la aventura? Ya van a ver…

Salimos el Jueves 20 de Junio a la mañana desde mi casa (que quedaba de pasada, teniendo en cuenta que Vanu y Mari venían del sur de la ciudad) en el fiel Unito que verán en fotos próximamente, con las provisiones necesarias para un viaje de unas 7 horas: facturas, galletitas dulces, mate y bebida fresca. Tomamos el  GPS, ingresamos “General Pico” y nos encaminamos hacia allá, con las indicaciones de Ruta 0 como referencia, pero tan improvisado fue el tema que ni siquiera habíamos impreso el mapa  de ruta ni teníamos mapa alguno como respaldo en formato impreso, aunque sí celulares “inteligentes” con acceso a internet y mapas. Tampoco habíamos preguntado a nadie que conociera la ruta cómo llegar, pero allí nos dirigíamos.

Para ser un fin de semana largo, nos sorprendió la tranquilidad y poca cantidad de autos en el camino, más allá de un tránsito más que razonable y para nada intenso saliendo de la Capital Federal, tuvimos un viaje más que agradable con Vanu y Mari, ya que Santi, el cuarto de la comitiva, nos esperaría en General Pico, a donde llegó el día anterior e hizo un reconocimiento de terreno.

El día estaba increíble: soleado y apenas fresco, ideal. A poco más de la mitad de camino hacemos una paradita técnica para comprar bebida fresca, descansar y estirar un poco las piernas, todo marchaba muy bien, sin contratiempos y súper tranquilo, demasiado para un grupo de jóvenes aventureros, así que algo tenía que suceder, algo tenía que darle un giro de 180° a este viaje, se los anticipo con una imagen:

Y el auto nos abandona…

Así es mis queridísimos lectores, en plena Ruta 226, en medio de La Pampa y a eso de las 3 de la tarde, el tan fiel Fiat Uno (al menos venía siendo muy fiel hasta ese momento) empezó a arrojar agua bien calentita a borbotones en el piso del asiento del acompañante y segundos después de comenzar (o de notarse por vez primera) la pérdida, el estéreo nos abandona repentinamente y decido detener el vehículo para analizar el estado de situación, ya que el agua brotaba también a través del mismo. Por casualidad, mientras escribo estas líneas viene a mi mente la peli de terror esa en donde salía agua de la videocasetera antes de la aparición de una dama con apariencia de tener muy pocos amigos, como se dice en la jerga. Pero por suerte, ninguna aparición fantasmagórica tuvo lugar.

Luego de detener el auto, abro el capot y analizo el nivel de agua del mismo y se notaba la pérdida, además la filtración no se detenía y era muy importante, lo suficiente como para no considerar la opción de reponer el faltante y continuar los casi 150 kms. que aún nos separaban de General Pico. Así es que decido llamar a mi aseguradora, con la que tengo servicio mecánico para estos casos o remolque de hasta 450 kms. Mientras tanto, pongo la baliza correspondiente, como es recomendable y con la esperanza también de que alguien pueda asistirnos antes de que la grúa se haga presente.

La larga espera

Luego de llamar a mi aseguradora, había pasado alrededor de una hora y ni siquiera me habían podido asignar una grúa, para así informarme desde dónde saldría y cuánto tardaría aproximadamente en llegar hasta donde estábamos nosotros. Así que ya eran como las 4 de la tarde, estábamos en medio de la nada y no sabíamos nada. Nuestro mayor anhelo era no pasar la noche allí, pero como no había mucho que pudiéramos hacer, decidimos relajarnos, disfrutar la tarde y sacar algunas fotos:

Como se ve, la ruta estaba bastante tranquila…

Esta fue un poco más tarde:

Con ustedes, un bello atardecer pampeano

En toda la espera, la mayoría de los vehículos pasaban de largo, salvo dos que se detuvieron para ver si necesitábamos algo y que luego de relatarles el problema, vieron que no había mucho que pudieran hacer y siguieron camino. Y después paró Mario, con quien aún sigo en contacto y quien vive en Carlos Tejedor, el pueblo más cercano al lugar del incidente. Él fue el único que paró y que con un par de herramientas, le puso toda su mejor voluntad y me aseguraba que si buscaba una manguera del tamaño adecuado en su casa, iba a poder solucionar el problema para seguir adelante, pero como ya era casi de noche y la grúa estaba llegando, le dije que no se molestara, nos quedamos charlando un rato, intercambiamos números de teléfono y el siguió camino a su casa. Los siguientes días de viaje nos comunicamos telefónicamente con él y le íbamos compartiendo nuestras aventuras. Espero poder encontrarme con él en alguna visita que haga en Buenos Aires.

Finalmente, con los últimos minutos de luz solar, nos “rescata” la grúa. A todo esto, telefónicamente me habían comentado de mi aseguradora que la grúa no podría llevar a tres personas, ya que contaba con dos asientos, con sus respectivos cinturones de seguridad, adicionales a los del conductor y en el auto remolcado no podrían viajar pasajeros, por lo que este sería el procedimiento:

  1. La aseguradora adquiriría un pasaje de colectivo para uno de nosotros.
  2. La grúa transportaría a uno de nosotros desde nos quedamos hasta Rivadavia, a unos 70 kms de una ruta que deja bastante que desear, donde éste tomaría el mencionado colectivo.
  3. La grúa volvería a buscarnos a los dos restantes para trasladarnos, junto con el auto, hasta General Pico.

Afortunadamente, nuestro “rescatista” fue bastante flexible y pudimos omitir el segundo paso, transportándonos a los tres y al auto a General Pico, sin escalas.

Luego de toda la odisea, llegamos finalmente a General Pico pasadas las 9 de la noche, donde nos recibió Santi (nos esperaba ansiosamente hace varias horas) dejamos el auto en el estacionamiento del hotel donde nos quedaríamos y luego de los asuntos de rigor: saciar hambre, sed y pasar por el baño, fuimos a dar una vuelta breve por la ciudad, ya que estábamos bastante cansados.

Y ahora sí, General Pico

Luego de  un Jueves en el que el viaje fue bastante más largo de lo inesperado, el viernes (feriado) amanecemos en General Pico, nuestro destino. Hago un par de llamados para ver si había algún mecánico trabajando y contacto a uno que iba a estar disponible al día siguiente (sábado) y luego de comentarle lo sucedido, me asegura que iba a poder resolverlo antes del mediodía, con lo cual dispondríamos del auto para pasear casi todo el día.

Así es que el Viernes lo aprovechamos “a pata” (argentinismo para referirse a “andar a pie”) en la ciudad, una ciudad no tan pequeña pero con el encanto, la tranquilidad y hospitalidad de un pueblo de la provincia de Buenos Aires.

 

Como apreciarán en las fotos, el clima que nos tocó fue espectacular. Caminamos varias horas y sacamos fotos a todo aquello que nos llama la atención…

Próximo a unos silos, vemos como un museo al aire libre de herramientas y máquinas rurales, y no pude evitar la tentación de tomarme una foto pretendiendo utilizar una de ellas (ni siquiera sé qué es):

El tren de carga nos sorprende con su “visita”:

Acá usamos un paso nivel y sacamos unas fotos desde arriba:

Pero luego de tanto caminar, nos agarra hambre y algo que comúnmente sería sencillo como lo es encontrar algo para comer, acá fue muy complicado: pasamos por varios restaurantes, supermercados, despensas y estaba todo cerrado entre las 13,30 y las 16 hs aprox. por lo que ya nos veíamos conteniendo nuestros impulsos un par de horas, cuando después de mucho buscar apareció nuestra salvación: un kiosco/librería/despensita que estaba abierto timbre de por medio donde compramos fideos, salchichas, salsa, queso rallado y bebidas, entre otras cosas y fuimos corriendo a nuestro loftcito a saciar el hambre. Al ansiado almuerzo lo siguió un buen rato de ocio y volvimos a salir, ya de tardecita/noche para comer una pizza, tomar helado y caminar, mientras tomábamos algunas fotos, como estaesta otra (ambas más arriba) o alguna de estas:

Así concluye mi resumen del día 2 de este viaje por la provincia de La Pampa, vamos al día 3…

El Uno vuelve a las rutas y nos lleva a Santa Rosa y Ataliva Roca

El sábado me levanto, contacto al mecánico que les mencioné anteriormente y él amablemente retira mi auto a domicilio a primera hora de la mañana. Al mediodía, según lo acordado y por un costo de la mitad de lo que me hubiera salido en Buenos Aires, retiro mi auto reparado en el taller y me quedo charlando un ratito con el dueño, quien me cuenta anécdotas e historias locales: menciona algunos famosos conocidos internacionalmente que tienen sus campos en la zona y que, por lo tanto, es fácil cruzárselos; que General Pico se ganó su lugar en los Guiness por haber hecho el asado más grande del mundo: unas 13 toneladas de carne (fíjense aquí si no me creen) y me recomienda además una opción rutera bien tranquila y poco conocida para llegar a nuestro destino.

Así es que en vez de tomar las rutas 1 y 5, pasando por Quemú Quemú Catriló; tomamos la ruta 102 y luego la 7 para empalmar finalmente en la 5, pasando por la entrada de los pueblos de Metileo y Anguil, muy pequeños (no se los veía en el mapa prácticamente) y sin mucho encanto o al menos nada que a nosotros en particular nos llamara la atención.

En el camino, hicimos una parada “en boxes”:

En ese parador, comemos un plato de pastas con estofado que prácticamente nos comió a nosotros y, por si fuera poco, había de postre un flan casero que era para escribirle una copla también. Gran decisión haber parado ahí. Acá nos ven disfrutando el suculento almuerzo:

Una breve visita a Santa Rosa, capital de la provincia de La Pampa

Ahora sí, en Santa Rosa, la ciudad nos recibe a eso de las 3 de la tarde con un clima increíble y allí vamos a la Laguna Don Tomás, un lugar bellísimo y, como todos los lugares que visitamos de la provincia hasta ese momento, rebosaba de paz, hospitalidad y de amabilidad de parte de sus habitantes.

La verdad es que teníamos en el tintero algunos lugares más para visitar pero nos gustó tanto la laguna que decidimos disfrutar la tarde ahí, sin pensar en lo que nos quedaría por visitar o conocer, simplemente decidimos disfrutar el momento y realmente siento que fue la mejor decisión que pudimos tomar, en vez de correr para conocer otros sitios.

Cortando un poco con los relatos, los dejo con algunas fotos, que hablarán mejor que yo de esa tarde que compartimos con los chicos:

Festival Nacional del Asador Criollo en Ataliva Roca

Como les conté y como habrán visto en las fotos, nos quedamos aprovechando la tarde al máximo en Santa Rosa, así que salimos a la “tardecita” (argentinismo para referirse al momento en cuando cae la tarde, esto es, cuando comienza a hacerse de noche) hacia Ataliva Roca donde haríamos una visita al muy prometedor Festival Nacional del Asador Criollo. Para esto, recorrimos poco menos de 35 kms. por la ruta 35, alejándonos de nuestra base, General Pico y llegamos tranquilamente y sin contratiempos al festival.

¿Qué nos encontramos allí?, se preguntarán. Bien, nos encontramos con varias cruces (para asar, y no las que se encuentran en los cementerios), a sus asadores asociados, algunas mesas, algo de público y no mucho más; todo esto, en un terreno baldío, todo muy distinto de lo esperado:

De cualquier manera, la carne que estaba desplegada en las cruces convocaba bastante, pero para nuestra sorpresa, el festival se celebraba en gimnasio (esperábamos algo un poco más “campestre”) ,que hacía las veces de salón de eventos:

El costo del cubierto no era para nada accesible y esto es sólo a título informativo porque nos informaban que el evento era para 500 personas y al consultarles por cuatro lugarcitos adicionales para nosotros, no fueron muy atentos y no abrieron de ninguna manera la posibilidad a incluirnos en el mismo. De cualquier manera, lo que vimos no nos convocó demasiado, así que tal vez era para mejor. Paseamos un poco, conocimos Ataliva Roca y volvimos a sacarnos las ganas de comer asado a General Pico. Allí, un lugareño nos había recomendado una parrilla que aún a las 20.30 (temprano para una cena en Argentina un sábado a la noche) nos decían que todos los lugares estaban reservados. Por suerte, nos recomendaron otra parrilla, Las Acacias, donde sí nos hicieron 4 lugarcitos y donde nos deleitaron con ensaladas varias y carne de todo tipo y color, excelente, cenamos muy bien y fuimos muy bien atendidos:

Y así se nos fue el sábado, fuimos a cargar nafta antes de volver a nuestro “hogar” pampeano y allí compartimos un lindo rato antes de irnos a descansar.

La Vuelta

Nos levantamos tempranito (pero sin madrugar demasiado) para, entre otras cosas: desayunar, terminar de armar los bolsos, preparar el mate, hacer el check-out, comprar materia prima para unos sandwichitos y emprender el inevitable retorno, que comenzó a eso de las 9.30 de la mañana.

El viaje fue en su primer etapa tranquilo y con muy poco tránsito: comenzando por las tranquilas rutas pampeanas y luego siguiendo por un par al oeste de la provincia de Buenos Aires. Así fue que alrededor de las 13 ya estábamos en Pehuajó, luego de haber recorrido unos 200 kilómetros y decidimos detenernos a estirar un poco las piernas, descansar y comer “los sanguches” (castellanizando la palabra) o bien “lo’ sanguche’ ” (argentinizando la palabra, al sustraer las eses finales de los respectivos plurales). Perdón, me fui por las ramas. Prosigo…

Les confieso algo, en Pehuajó en realidad nos detuvimos para saludar a la famosa “Manuelita” (para los lectores no-argentinos, les cuento que la misma es una tortuga protagonista de una conocida canción infantil, una “diva” nacional digamos), bueno, en realidad “saludamos” a la escultura en su honor, ya que es un personaje de ficción:

Para nuestro gusto ( y me tomo el atrevimiento de hablar por mí, Vanu, Santi y Mari, que exclamamos casi al unísono “¡Es horrible!), la escultura carece de un gran atractivo y entiendo que en este caso en especial, nuestra impresión de la misma concuerda con la de miles de otros visitantes.

Continuamos camino y el resto del viaje transcurrió sin mucho más que me resulte interesante contarles: un tránsito importante a partir de Mercedes, debido a que ahí nos reunimos con otros miles de vehículos que venían de lugares con mayor afluencia de turismo, llegando a nuestro destino en plena ciudad de Buenos Aires alrededor de las 19.30 horas. Allí, mi compañero de viajes y amigo Santiago, de San Luis, se quedó en casa un par de días para conocer Buenos Aires y las jóvenes del sur hicieron una paradita técnica, antes de seguir viaje hacia el sur, no a la Patagonia, sino simplemente a la ciudad de Valentín Alsina, ciudad que las vio crecer y que hoy goza con su presencia.

Me alegra mucho haber aceptado la invitación de este viaje que fue tan divertido y hermoso como espontáneo. Lo que era un destino sin “nada para ver o hacer”, en la opinión de muchos, resultó un lugar que nos permitió conocernos más y compartir unos días espectaculares con tres personas maravillosas con las que tenemos mucho en común y con las que fue un gustazo protagonizar estas sencillas aventuras, con el encanto de todas esas cosas que son tan bellas como simples.